Vinculado por la crítica al Arte Conceptual y al Pop Art; definido desde muy pronto como outsider, desobediente, malcriado, fetichista, exhibicionista, melancólico o kitsch, Carlos Pazos es, cuando menos, un artista inclasificable. Reconocido y aplaudido (en 2004 recibe el Premio Nacional de Artes Plásticas), es también un solitario en el ejercicio y beneficio de su talento, un “estorbo” en las coordenadas del arte contemporáneo. Desde 1970, año en que presenta su primera muestra personal en las Salas del Ateneo de Barcelona, Pazos se convierte en un “resbaladizo” creador que bebe de fuentes conceptuales, del arte póvera y, desde luego de toda la estética del objeto surrealista para, con sus obras, contarnos una historia (la suya) con los más diversos elementos, en los más variados escenarios y con los más desconcertantes títulos. Es la suya una autobiografía generada a partir de retazos de memoria, inteligencia y ... una marcada sensibilidad generosa en obras que son definidas por el autor como “souvenirs de su recuerdo” y en las que el artista es un reincidente en la ardua tarea de intentar entender el mundo. Tal vez su uso de la ironía, su alejamiento de lo manual y su fascinación por objetos y mitos de la subcultura lo convierten en un arqueólogo de la contemporaneidad que se presenta a las citas con demasiada antelación. Un imprescindible para aquellos aquejados del mal de la puntualidad.

"Se acabó la ilusión. Penúltimo grito" es su primera cita expositiva tras sus recientes éxitos con “No me digas nada”, la exposición antológica celebrada este año en el MACBA de Barcelona y M.N.C.A.R.S. de Madrid. Consiste en dos proyectos independientes: completamente inédito el presentado en la sala superior y generado en los meses inmediatamente posteriores a las citadas retrospectivas y siendo, el de la sala inferior, un despliegue escenográfico de “En Blanco y Negro, una vez más”, fragmento de “Mnemocine. Película recortable”, estrenada en marzo de 2007 y producida para “No me digas nada”. Dicha instalación ha sido vista únicamente en el Instituto Cervantes de París la pasada primavera.