La segunda entrega de Secuencias en Antonia Puyo plantea una nueva lectura del sentido del término, aportando nuevos matices a un concepto estructural, de por sí transferible a un sinnúmero de escenarios.

En su primera edición, Secuencias proponía la clara acotación de tres trabajos, en un ensimismamiento que remarcaba la secuencia visual como recurso de profundización plástica y retórica en el universo expresivo del autor.

Esta ocasión, pese a estar claramente diferenciadas en técnica, temática y lineamientos estéticos, las Secuencias internas de Presencia de una ausencia de Sandra Montero y de In Somnis de Xavi Muñoz, aparecen más bien dispuestas a dialogar, acogiéndose mutuamente, estableciendo entre ellas un vínculo inusitado y complementario que refuerza sus sentidos.

En la serie fotográfica Presencia de una ausencia, Sandra Montero propone un movimiento de relaciones de sí ... misma con el espacio y con los protagonistas de su microrelato, personas de la tercera edad, configurando una suerte de simbólico pacto tácito de dos sendas. En primer lugar, rinde homenaje a sus figuras, elogio que se cristaliza en el aura épica de sus imágenes y, en segundo, plantea una implicación personal, complicidad manifiesta en la evidente dulzura y el aire de frescura con que aborda su aproximación e interacción.

Sin embargo, la corporeidad vulnerable y dramática de los personajes hace evidente la intensidad de la interpelación que propone la artista, en una secuencialidad donde gesto y repetición se entrelazan, haciéndole transitar de la distancia y la omisión a una contigüidad que procura -mediante lo performativo- la empatía, por no hablar de inscripción o, mejor aún, incorporación o encarnamiento.

Por su parte, la narración más fracturada que establecen las obras de In Somnis de Xavi Muñoz, proponen al espectador un mayor intensidad elíptica en el reclamo de vínculos que supone su lectura, para configurar un muestreo sintético e integral del universo onírico, el mismo cuya exaltación ha guiado gran parte del trabajo del autor.

Pintura, dibujo, aplicaciones de materiales como purpurina o polvo de mármol y objetos escultóricos se intercalan en un compendio liminal donde anatómico y psicológico, plausible y etéreo, literal y simbólico, se entregan concomitantes a una cíclica sensación de continuidad. Una loa en la que deseo, somnolencia, narcosis, quimera, modorra y fantasía son parte del mismo imaginario.

Si bien de inmediato parecerían no compaginar, el encuentro nada casual de Montero y Muñoz en la misma sala vislumbra una comunión en lo profundo. No en vano Presencia de una ausencia e In Somnis, como enunciados verbales, aluden a un estado de transición, transmutación e indefinición.

Entre desdoblamiento y ritualidad se establece una eficaz trama de relaciones afectivas desde el aparente antagonismo. Invitándonos a estados de enajenación proyectiva, la potencia simbólica de las imágenes de ambos autores constata la eficacia psicológica de su gramática visual.

Sus gestos, no como los rasgos plásticos que identifican su trabajo, sino como la fórmula en la que expresan y estructuran sus preocupaciones en torno a nuestro tiempo, hacen de sus secuencias, antes que relatos de situaciones, manifiestos, auténticos constructos de arquitectura emocional.