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Nacido en Madrid, José Gutiérrez Solana (1886-1945) asiste a la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, entre sus compañeros se encuentran entre otros Victorio Macho o Ramón Zubiarrue. En 1904 sus obras expuestas en la Exposición Nacional de Bellas Artes son relegadas a la llamada 'sala del crimen', junto con las de Isidro Nonell, Joaquín Mir, José Victoriano González, Julio Romero de Torres y Darío de Regoyos. Desde 1918 se convierte en asiduo a las tertulias del Café de Pombo, donde entabla amistad con Ramón Gómez de la Serna, impulsor, ... junto con Eugenio d'Ors, de la renovación de la escena artística de la capital. A partir de este momento, se suceden numerosas exposiciones del artista, tanto dentro como fuera de nuestro país.

Fundación MAPFRE cuenta con una importante colección de la obra de José Gutiérrez Solana compuesta por 6 óleos y una treintena de estampas. Los óleos seleccionados, junto con los aguafuertes y las litografías ofrecen una representativa visión del conjunto de la obra del artista, sin duda, una de las figuras más singulares del arte español del siglo XX. Tanto su biografía como su obra ponen de manifiesto una personalidad obstinadamente excéntrica, irreducible a cualquier encasillamiento en el marco del panorama artístico convencional, pues la suya es una trayectoria ajena por igual a las vanguardias - que no ignoraba - y a la tradición académica. Creador de una visión profundamente personal, en sus pinturas, aguafuertes y litografías, así como en sus textos, Solana parece acercarse a la literatura española de su época, aunque permanece ajeno a cualquier sentido crítico o regeneracionista. Por el contrario, nos muestra una realidad oscura en la que parece moverse con la mayor naturalidad.

Lo español parece ser el tema que recorre la obra del artista, tal y como podemos apreciar en los óleos y grabados de las Colecciones FUNDACIÓN MAPFRE. Siguiendo la estela de Goya, a quien sabemos que admiraba, pero también la de Velázquez y el Greco, la influencia de Cézanne, Ensor y sobre todo Daumier, Procesión de Noche y Santos de Pueblo reflejan la estética del tradicional tópico de la llamada 'España Negra' sin ceñirse sólo a éste.

Procesión de noche, el más temprano de los lienzos que conserva FUNDACIÓN MAPFRE, supone un punto de partida para el resto de su obra, donde tratará los temas que siempre le interesaron: el espectáculo de los ritos religiosos callejeros, la muerte, las máscaras, los suburbios, la prostitución o el carnaval. En este sentido, la composición en doble friso parece aludir a un mundo dual, entre la máscara pagana y la escenificación de la tragedia cristiana. La parte inferior nos devuelve a esas máscaras terroríficas que parecen sacadas de las 'Pinturas Negras' de Goya y que podemos reconocer en otras de sus obras como El Osario (1931), La baraja de la muerte (c. 1926-1927) o la estampa Máscaras en las afueras (c. 1932-1933).

Por otra parte, Santos de Pueblo (1929) constituye una inquietante naturaleza muerta en la que podemos entrever el recuerdo del desván familiar atestado de figuras y objetos de la más diversa índole, o el de aquellos lugares del Rastro madrileño que el propio Solana describe en sus escritos y que representa en algunos de los grabados que podemos contemplar en la exposición. Esta obra, presentada por el artista en las individuales de Oslo (1933) y París (1938) respectivamente, nos muestra su interés por la tradición de la imaginería española y en concreto por el trabajo de artistas como Berruguete o Gaspar Becerra, que tal y como señala en sus escritos el propio Solana, llamaron poderosamente su atención.

La obra grabada de Solana parece ser un 'trasunto de sus óleos' (Díaz-Casariego, 1963, 13) y de hecho, la mayor parte de sus estampas reproducen de manera más o menos simplificada los óleos del artista, tal es el caso de Mujeres de la vida (c. 1915-1917), Máscaras bailando cogidas del brazo (c. 1932-1933) o Mujer ante el espejo (c. 1935). El pintor se inicia en la técnica del grabado hacia 1918 cuando asiste a la escuela Nacional de Artes Gráficas en Madrid, si bien la mayoría de sus grabados y litografías los estampó en el taller de Castro-Gil a principios de los años treinta. Después, durante la Guerra Civil, realizó en Valencia tres litografías más. La colección de grabados de Solana de fundación mapfre se compone de veinticinco de los veintiocho aguafuertes catalogados por Rafael Díaz Casariego y de cuatro litografías de las siete que se conservan.

De nuevo, al igual que en los óleos, lo español parece ser el tema del arte contemporáneo español. La plástica de Solana se inscribe en esta tradición del realismo que incluso durante el período de las vanguardias, en España, parece no abandonarse casi nunca. La vanguardia en nuestro país trató de mantener, a diferencia de otros países, un equilibrio entre la modernidad y la tradición, entre lo cosmopolita y lo vernáculo, pero a diferencia de artistas anteriores, Solana trata sus temas con una distancia considerable. Nos presenta los motivos y las escenas tal y como son, 'objetualizando' a los personajes y construyéndolos con una plasticidad que le aleja de cualquier anécdota o sentimentalismo. El absurdo de los traperos, las prostitutas, lo grotesco de las máscaras, la miseria de los pobres en el comedor, no causan en el artista enfado o rebeldía, sino perplejidad y parálisis. La descripción de un mundo, en el mismo sentido que lo hacen Baroja o Valle Inclán, pero al contrario que estos últimos, sin pronunciarse sobre ello. No hay juicio moral en su obra, simplemente la constatación de un hecho, para que nosotros, espectadores, lo contemplemos.