Exposición en El Puerto de Santa María, Cádiz, España

Sueños Construidos

Dónde:
Artífice Galería / Placilla, 2 - Casa de los Leones / El Puerto de Santa María, Cádiz, España
Cuándo:
06 nov de 2010 - 27 nov de 2010
Inauguración:
06 nov de 2010
Organizada por:
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición

Esta muestra nos propone una toma de conciencia en torno a la realidad social en la que vivimos, de la preponderancia del hombre sobre la tierra, que pugnan por llegar cada día más allá en su lucha por dominar la naturaleza y la materia. Hacerlo significaría haber alcanzar el cenit de la creatividad natural y alcanzar también el conocimiento máximo de su poder, de sus limitaciones y quizá de su futuro. Para introducirnos en la reflexión sobre los valores y patrones dominantes que vinculan el desarrollo tecnológico de la humanidad a la maquinaria.

 

El paradigma del ser humano actualizado, sujeto de la sociedad post- moderna, el consumidor perfecto y su avance inconteniblemente sobre su propia biología generando formas de existencia difíciles de clasificar, (clonación, alteración genética, manipulación de embriones, etc.). Con todas las contradicciones que ello conlleva. A despecho de ... convertirnos en robots con cerebro orgánico.

 

¿Quedaría así abierta la puerta que nos llevaría a la inmortalidad?, lo que empezó a verse como una fantasía es ya una probabilidad palpable.

 

El artista toma la vida como materia prima para sus creaciones es la fuente que encierra parte de los intereses que siempre ha mostrado en sus obras y la imaginación es un compendio de sus experiencias y de su realidad.

 

El arte es complejo porque el pensamiento también lo es, y los dos son partes implicadas en ámbitos de nuestra realidad social, política, cultural, económica... donde todo se confunde.

 

Tomás Cordero nos invita a reflexionar a través del trabajo que ha generado para esta muestra, que pone de manifiesto la amplitud y versatilidad de su obra, siempre atenta a la renovación y a la búsqueda de nuevos horizontes expresivos.

 

La capacidad de sorpresa, esa es la principal característica de estas obras, la pintura, dibujos, escultura, fotografía el video o las instalaciones... Prácticamente no hay manifestación artística o técnica que no haya sido experimentada por este artista.

 

La dualidad, y sobre todo el juego con la diferencia como elemento que convierte una verdad en mentira y viceversa, se trata de juegos conceptuales en los que nos da los elementos como para sorprendernos y llegar a una comprensión del hecho, sin facilitárnoslo totalmente, para que tengamos que hacer algún esfuerzo intelectual frente a ellos.

 

Nos dice el artista:

 

'La obra se define y se termina en el momento de ser observada, antes de ese momento está incompleta y somos nosotros los que le damos sentido o no'.

 

Mediante obras con soportes variados como 'Sueños Construidos' nos invita a realizar un viaje poético intimo, hecha expresamente para la muestra, la sensación de la frase calada sobre una lona trasparente, junto con la gran escala utilizada, le confiere un carácter que va más allá de las tradiciones de la figura y el objeto. Encontramos aquí un sentido poético de nuestros sentimientos e ideas más íntimos.

 

Instalaciones 'cultivo de algodón' obras con formas orgánicas tomadas de la naturaleza, materializadas en una fotografía o una escultura. El juego de la realidad, la copia y la manipulación se unen en la obra.

 

Dibujos de múltiples líneas que sitúan un centro ficticio a través de la diferente toma cambiando la perspectiva de la realidad con múltiples puntos de vista y sutileza óptica.

 

Generándonos la duda sobre lo que conocemos y la duda sobre la realidad que observamos.

 

Un video que complementa la génesis de esta muestra 'Oferta inorgánica' análisis crítico sobre los peligro de la tecnología para la vigilancia y el control. Para reflexionar como el espacio público se convierte en espacio privado.

 

Donde se muestra de una forma fija y continuada la grabación de unas acciones narrativas no intencionada de personas anónimas que se acercan y sitúan frente a una cámara de video, grabándose así mismos cuando pasean y se interesan por este electrodoméstico mientras esta en venta en las estanterías de un centro comercial.

 

Son obras que ofrecen al público la oportunidad de desvelar emociones, pensamientos y significados que inducen a tomar posiciones, abordando realidades que nos implican.

 

Por medio de su segunda individual en El Puerto de Santamaría, este Onubense de dilatado currículo ofrece a quien se asome a la sala una buena reflexión acerca de los límites del arte contemporáneo. Una vez que se haya disfrutado de la belleza y armonía de las piezas con que en esta ocasión nos regala.

 

Tomás Cordero cuenta con una trayectoria importante en la que destacamos sus participaciones en numerosas exposiciones individuales y colectivas en diferentes salas y espacios de arte tanto nacionales como extranjeros, así como en ferias y eventos internacionales de arte contemporáneo, su obra forma parte de los fondos de instituciones públicas y privadas dentro y fuera de nuestro país.

 

 

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Una fría inquietud: enigmáticos nudos, teclados, jaulas y partituras de vacío

 

Con la frase 'Ya se han acabado los grandes relatos' Lyotard acuñó el concepto de 'postmodernidad' en los años finales de los setenta, en un momento en el que se podía confirmar una potente sensación de liberación que ya se palpaba entonces en las sociedades desarrolladas de todo el mundo. Un mundo también en donde las representaciones teatrales eran ya la base actual del marketing de las cosas, y no brillantes apariciones de su esencia. Precisamente en un mundo en donde el espectáculo y el sensacionalismo todo lo invade, consecuentemente tanto la comunicación como la política cada vez se parecen más a la publicidad moderna ¿quién entonces puede creer que la univocidad, la fijeza o la solemnidad objetiva forman parte del mundo posmoderno?: 'Todos mienten y sabemos que mienten' recogía Vicente Verdú en El estilo del mundo. Por lo pronto y según parece, el laboratorio del gran restaurador mediático Arzak nos ha presentado unas propuestas gastronómicas de 'cómo freír agua'.

 

En lo que parece no estar de acuerdo Tomás Cordero es que el culto al bienestar aunque parezca paradójico conduzca precisamente a que los individuos sean más sensibles al sufrimiento; Algo que sostiene Gilles Lipovetsky: un intelectual globalizado con una inmensa capacidad de convocatoria y autor de un libro de referencia como La era del vacío, en donde trata del individuo contemporáneo en la era del consumo masificado. Queda confirmado que el individualismo es el nuevo estado histórico propio de las sociedades democráticas avanzadas y que define la era posmoderna. En su obra Lipovetsky incluía los grandes conceptos que le han proporcionado una reputación intelectual bien ganada: el proceso de personalización, destrucción de las estructuras colectivas de sentido, hedonismo, consumismo, tensiones paradójicas en los individuos y en la sociedad civil, la seducción como forma de regulación social, rechazo de la violencia política y aumento de la consideración ciudadana de los valores esenciales de la democracia. Un panorama sin duda centrado en la información y la expresión, en donde siempre prima la comunicación sobre lo comunicado, la indiferencia por lo comunicado, la comunicación sin objetivo ni público.

 

Un panorama que por supuesto también se ha transmutado en el mundo del arte y la creación. En arte hoy en día parece que el emisor se ha convertido en el principal receptor. Hay una necesidad de expresarse en sí, aunque sea para si mismo, comunicar por comunicar, expresarse solo por el hecho de expresar, es decir la lógica del vacío. Pensemos que el entorno funcional constituye el auge de la revolución artística moderna, la cual tiende a rechazar - quizás por una pereza cultural inconfesada - lo sublime o lo majestuoso, pero también lo anecdótico y la idealización.

 

De ahí que la estética funcionalista es sustentada por los modernos valores revolucionarios y democráticos. Que por otra parte ha legitimado los nuevos materiales industriales no nobles y ha permitido promover los valores de autenticidad y verdad del objeto. A este respecto, un último episodio insertado en esas circunstancias a las que nos referimos, lo constituye la condición artística planteada por los artistas pertenecientes al movimiento minimalista: con toda una serie de creadores -ya históricos- que mantuvieron una radical actitud con sus propuestas propuesta de formas puras y absolutas, las cuales en su misma presencia y mediante la plenitud de los materiales mismos que las expresaban, pretendían prescindir de la necesaria dialéctica con el público; emergiendo la figura del espectador como algo supuestamente innecesario en esa misma omisión.

 

A propósito de las nuevas estrategias que Tomás Cordero ha desarrollado en estos últimos años, hemos de tener presente que un rasgo común en la tradición del arte de la modernidad ha sido su renuncia al objeto, para concentrarse en el proceso del cual surge el hecho artístico. A partir de ahí el arte se concebía no tanto como una cuestión de morfología como de función, no tanto de apariencia como de operación mental, donde lo que interesan son los proyectos, los procesos, las relaciones, los juegos mentales, las asociaciones, las comparaciones, donde se desplaza el énfasis sobre el objeto a favor de la concepción, y en donde la ejecución es irrelevante. Lo cual supone en el caso de este artista, una nueva actitud que se centra en un proceso de desprendimiento confirmado en las nuevas obras de Tomás Cordero, en donde se detecta un nuevo gusto por los materiales, sin duda pulcro y reductor, que se reviste, incluso dentro de las secuencias y la orquestación de nuevas series, de un frío hermetismo que sin embargo no renuncia a comunicar, a establecer un contenido que añora lo simbólico.

 

Es precisamente en esa serie de tensiones que despliega esta nueva obra, en donde estriba su interés y su denuncia; en su resistencia al aislamiento al que queda reducido el creador respecto del público en la actualidad, no sólo de nuestros contextos: Me quieres es el lema o título, a la vez que enunciado, de una obra en la que el artista reclama la atención afectiva al posible recetor. Un receptor por supuesto histórico y no universal, como en todo caso aspirarían los minimalistas.

 

Existen teorías que contemplan desde la perspectiva de hoy lo que el mundo tiene de incertidumbre y de complejidad e intentan expresarlo. Es el nuevo mundo de la hibridación. Alguien ha llegado a manifestar que los artefactos del siglo XXI - del que ya hemos consumido los diez primeros años - han de ser ante todo livianos y polivalentes. Precisamente Verdú se refiere a que las prestaciones del artefacto contemporáneo proceden de una combinatoria casi infinita que no sólo oculta su univocidad sino que responde según las circunstancias y, en ocasiones, presionando dos o tres botones a la vez. No obstante, de todo ello nace un sentido de extrañamiento como ya históricamente llegó a ocurrir con las propuestas artísticas de un De Chirico o un Hopper, por poner ejemplos paradigmáticos. Un sentido este que se constata en los ambientes de cierta sospecha, una sospecha incierta, enigmática y en buena parte surreal que con tanta frecuencia aparece en las obras de artistas activos en los años amenazantes: aquellos inmediatos y precedentes a la guerra de 1939. No a otra cosa -a parte de la evidente incomunicación lacerante de una democracia tecnológica- pueden aludir la serie de manos de porcelana enclaustradas en las jaulas lo que constituye una de las últimas instalaciones de este autor.

 

La alusión al arte y los procesos creativos de ese periodo histórico a que nos referimos, tan marcado por las tendencias y juegos surrealistas, viene al hilo de dos valores puestos en juego en estos nuevos episodios de Tomas Cordero: los nudos con su aspecto totémico y las escrituras orgánicas, centrados en un dibujo claro, de formas sintéticas, fuerzas centrípetas, ondas, latencias, vibraciones y sinuosidades que atienden a respuestas mecánicas en donde el ojo visiona su emblemática totalidad con la sugestión de las mismas formas de origen automático. Una actividad que reveló la existencia del inconsciente de la manera mas inmediata, verdadero emblema de la otra cara incontrolable de lo humano, una suerte de inconsciente animalidad que inspira y subyace en toda forma cultural.

 

Recordemos que toda una suerte de alternativas orgánicas ha inundado nuestro arte más reciente, centrando toda una serie de producciones muy divulgadas; no otra cosa es la que ha barajado en su lenguaje gráfico nuestro Gordillo, por poner un ejemplo en nuestro contexto más cercano. Pero, a parte de lo que estas obras pudieran tener de estilismo moderno, en el caso de este autor y a pesar de la sugestión del origen de estas formas de voluntad orgánica, sin duda metafóricas, ostentan una presencia fría e ingrávida. Quizás cósmica sin referencias de escala reales, tan irreales como correspondiente a cualquier micromundo; como elementos que podrían contemplarse contenidos en los espacios vistos por un telescopio o una caja de Petri.

 

Resulta curioso que estas formas, en su misma voluntad de ser ineludibles y en su misma presentación, tienen algo de monumentales; formas que a pesar de su nitidez y aura gráfica se satisfacen a si mismas y parecen querer también contar cosas: las sensaciones más primarias, duro-blando, vacío-lleno, tosco-suave, metal-escayola, fotografía-dibujo, racional-orgánico... Todo ello en un silencio cuasi metafísico o más bien neo-metafísico, sin duda tecno, que en su extrañamiento equivale a una nueva tech- melancolía moderna

 

Desterrando conscientemente lo pictórico, el artista recurre a un tipo de escritura como es en sí misma la actividad del dibujo, al pulso humano en donde la línea adquiere un matiz primigenio y fundamental con la consideración de ser el punto cero de toda representación. Son representaciones de formas simples, fragmentarias o embrionarias que dialogan dialécticamente con el vacío-lleno de los fondos en blanco. A este respecto del empleo de la línea como valor, Paul Valéry con su aguda clarividencia de gran poeta y ensayista, ya vio en la acción de dibujar un 'juicio que habla al juicio' asignándole un carácter eminentemente intelectual a la línea; en particular cuando esta se ofrece descarnada, cuando esta nos muestra entonces visualmente su pureza. Valery consideraba que, en esa sutil caligrafía de la inmaterialidad del trazo, era donde el artista inventa más. No otra cosa parece organizar Tomás Cordero con estos dibujos de líneas simples, quizás y retomando la opinión de Valery, en su caso se halle en la imprevisible frontera de lo connotativo y lo denotativo.; dentro de esa sutil línea de la práctica artística que llevó a la minimalista americana Agnes Martin a considerar que también 'todo es posible de ser pintado sin representación'.

 

Juan Fernández Lacomba.

 

 

 
Imágenes de la Exposición
Tomás Cordero

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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