-------------------------------------------------------

-------------------------------------------------------

La selección realizada para esta exposición responde a un criterio íntimo: sus ojos les delatan pone en evidencia al sujeto fotografiado, revelado y expuesto, y al fotógrafo que observa a través del objetivo, que cuenta parte de su realidad al elegir qué quiere conservar de lo que mira. Como si de un juego de muñecas rusas se tratara, pasamos de una retina a otra, de un alma a otra, desde quien queda inmortalizado hasta quien colecciona, para seguir el camino de una forma de adentrarse en el mundo e intentar aprehender lo que en realidad es. Para tomar prestado, aunque sea por unos instantes a través de las imágenes, un punto de vista sobre la ... fotografía, el arte y la vida, sin trampa ni doblez: Una apuesta consolidada en el tiempo.

Aprender, contrastar y dudar, eso es lo único que me interesa. "Colecciono así" escribe Lola Garrido. Y vivo así. Cuando a los noventa años le preguntaron al maestro Kertész por qué seguía haciendo fotografías a su edad contestó: "Todavía tengo hambre". Ése hambre es el que respalda la trayectoria de los grandes, y de sus obras. Es la que también debe guiar al coleccionista. Y a todos, sus ojos siempre los delatan. Y como coleccionista sé que ante todo mis fotografías son tan frágiles como la buena voluntad.

Como escribe Cristina Peri-Rossi en el catalogo de la exposición, "Una colección no se puede explicar más que desde la subjetividad, a diferencia del museo, que tiene una voluntad histórica, universalista y didáctica. Y la subjetividad es el yo profundo, intransferible, irreductible. Sin embargo, hay símbolos, hay imágenes que consiguen la unanimidad de los gustos: ese bello, bellísimo James Dean granjero, junto a su cerdo, en una rara simbiosis".

Las colecciones hablan tanto de los objetos como de quien los colecciona, por tanto, ante esta muestra, se nos muestra también, Lola Garrido. Nos murmura al oído su seducción por los pies (ese símbolo sexual, según Freud), por las luces y las sombras, por los paisajes melancólicos, por el desgarramiento y la pasión. Quizás se coleccionan fotografías de otros para ser fotografiados por ellas. El arte siempre es paradójico, como la vida. Escribió Susan Sontag: "Las fotografías pueden ser más memorables que las imágenes móviles, pues son fracciones de tiempo nítidas que no fluyen". Yo no recuerdo rostros, no recuerdo calles, no recuerdo paisajes: Solo recuerdo lo que está fijo, aquello que de alguna manera se ha detenido. Seguramente a Lola Garrido le ocurre algo semejante: recuerda la fotografía más que la realidad. Así comienza una colección, que es tiempo desprovisto de lo propio del tiempo, que es el fluir, el desaparecer.

"Coleccionar fotografías es coleccionar el mundo", afirmaba Susan Sontag. Pero esta lúcida sentencia se convierte en coleccionar fotografías es coleccionar mi mundo, en la medida de la subjetividad de cada coleccionista. Yo diría que coleccionar fotografías es una forma de la poesía, porque ambas, fotografía y poesía, nacen de la nostalgia. Ambas son artes elegíacas, crepusculares, congelan las emociones como única forma de retenerlas y evocarlas. Por eso, quien colecciona fotografías, como un entomólogo, participa de la muerte para vivir.

La colección de fotografía de Lola, una de las pioneras de nuestro país, ha ido cambiando paralelamente a su evolución personal y reflexiva, siempre preocupada de analizar el mundo del arte con minuciosidad y constancia. Después de reposar sin mostrarse una larga temporada, la selección que ahora presentamos nos cautiva con sus clásicos guiños personales y vínculos entre obras maestras. Al mismo tiempo nos sorprende con nuevas piezas excepcionales y con la sensación de estar ante una colección que ha sufrido un proceso de decantación, reforzándose hasta encontrar un centro: la pasión de la coleccionista por un medio capaz de explicarnos el mundo, su propio mundo.