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A Javier Calleja no le gusta hablar de su trabajo: los buenos magos nunca explican sus trucos. La magia existe, pero es breve... dura lo que el cerebro tarda en reaccionar y razonar. Desde que el mago realiza el truco hasta que la razón actúa, hay un espacio y un tiempo donde la magia se hizo. Para entender el trabajo de Javier, hay simplemente que imaginar que formamos parte de su mundo; que somos tan grandes o pequeños, según se quiera ver, como sus obras. De esta forma, nos asomamos a los abismos donde los espacios se multiplican, donde lo pequeño se torna inmenso para descubrir, en definitiva, que lo más grande no es el mundo en el que vivimos, sino el espacio que ... nos rodea.

Hogar, Dulce hogar... Otros lugares para la intimidad.

Y un día, el cuadrado engendró al personaje. Seres con cabezas cúbicas que habitan espacios des-ubicados. Son ejecutivos, jóvenes, coleccionistas y artistas, en definitiva ciudadanos sin identidad que deambulan por superficies de horizontes lejanos, sin caminos y, quizás, sin dirección. Pequeño ladronzuelo, usurpador de elementos sacados de la realidad, nuestra realidad, Javier Calleja es el creador de micro-mundos especiales, a la manera de micro-relatos ficcionales. Sus metrópolis aéreas hacen que el espectador viaje, a la manera de un astronauta, mirando y observando el mundo no sólo desde otra perspectiva, sino bajo un prisma transformador de la escala.

Ese caleidoscopio onírico que Javier crea para nosotros, provoca, en un espectador desorientado, una experiencia sublime de una Naturaleza esencial e íntima. Juega con nosotros, juega para nosotros y nos hace partícipe de ese juego, con ironía y humor, invadiendo los espacios, desbordándolos...

Y de repente se hizo el silencio...

El meteorito levita; un nuevo micro-universo aparece de la nada. Superficies lunares se enfrentan a cielos terrenales; a su vez, personajes cuestionan y nos cuestionan. ¿Deseos anhelados?, ¿Ficciones ansiadas? Todo ello acaba siendo el Principio y el Fin, la Génesis y el Apocalipsis.

Javier Calleja recrea como nadie geografías y cosmografías olvidadas en nuestra imaginación para convertirnos por un instante en pequeños principitos solitarios.

Virginia de la Cruz Lichet