El título “El epicentro de casi nada” remite a un espacio prácticamente imposible. Es únicamente ese casi lo que permite especular con que tal espacio pueda existir.
Es este casi la constante de las obras en la exposición, varias de ellas mostrándose en una situación de precariedad o provisionalidad, o como suelo explicar sobre la serie Momentum: “son cuerpos en tránsito hacia el colapso. Parecen asentados, pero tarde o temprano van a caer. Es únicamente nuestra limitada percepción del tiempo lo que hace parecerlos estáticos, reposados o firmemente apoyados”. Son, por lo tanto, cuerpos casi caídos.
Esta condición inmanente en todos ellos es crucial para entender mi trabajo, así como el hecho de emplear mayoritariamente material recogido en las calles o excedentes en tiendas de segunda mano, objetos que fueron supeditados a nuestros propios rituales de adquisición y descarte.
No es casual que al referirme a estos objetos lo haga con la palabra...“cuerpos”, pues tanto su situación de tránsito como su condición de descartados los posibilitan como metáforas del propio ser humano sujeto a los avatares de la vida.
Así, el epicentro de casi nada no habla de, pero sí surge de mi propia experiencia a partir de la decisión obligada de parar de producir, tomada al verme superado por la imperativa necesidad de acompañar a mis hijos, aún en edades tempranas, en su día a día, dados los horarios de trabajo extremos de mi mujer que impedían la conciliación familiar; la llegada de la pandemia, que comportó para mi un ingreso hospitalario y más tarde secuelas importantes y la aparición de problemas de salud, circunstancias que hicieron tambalear mi fe en mi capacidad para de volver a ejercer mi trabajo, o lo que traducido en términos de aceptación social llamaríamos reincorporarme a la lógica productiva.
Por esta razón la exposición muestra también algunos trabajaos que remiten a una situación de espera tensionada, como esa mano de madera articulada que repiquetea sobre una caja de transporte de obra reciclada, o a la pregunta de quien o qué soy que ha sobrevolado durante estos cuatro años, y que se ve traducida en esta placa que muestra como única leyenda la palabra “Alguien”, a modo de cuestionar sobre el sentido que la realización profesional (o su ausencia) ha adquirido en la construcción identitaria de la persona.
Mi decisión de apartarme, demasiado compleja de explicar en el breve espacio de un folio como el que ahora tienes en tus manos (tampoco aspiro a justificarla) ha posibilitado un marco de reflexión con el que dirimirme ante los accidentes que se interponían en mi trayectoria, hasta poder impulsarme de nuevo a producir.
Ha servido para experimentar una porción la frustración y el dolor que tantas mujeres, mi misma madre por ejemplo, debieron experimentar al haber de renunciar a realizar su propio desarrollo profesional para ocuparse de las tareas de crianza y domésticas, pero también para cuestionar en qué medida esto es además de una cuestión patriarcal, también el resultante de un sistema capitalista que exige a las personas independientemente de la coyuntura en que se hallen, pudiendo llegar a descabalgarlas y haciendo muy complicada su reinserción tal y como se alude en Endless fall into the void.
Terciar con todo esto no es fácil cuando se pierde la confianza o se nubla la claridad mental. Se entra entonces en otra forma de confinamiento, autoimpuesto, y mucho más radical que el que puede imponerse por acuerdo colectivo. Y del cual es mucho más difícil salir.
Uno entra entonces en la nada, a lomos de la duda, y es desde allí, desde su epicentro, que han surgido algunos trabajos para esta exposición. Porque había un casi al que agarrarse.
Jaime Pitarch
Entrada actualizada el el 31 may de 2023
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