Toda la obra de Yang se interioriza de una forma visualmente paradójica: asistimos a unas imágenes que han sido concebidas y tratadas (y nos son expuestas) con toda la exquisitez, el esmero y el glamour que requiere una atractiva composición publicitaria pero, sin embargo, son imágenes protagonizadas por objetos banales, sin valor y/o de deshecho (incluido comida), objetos simples de uso común en la vida cotidiana a los que en principio no les correspondería tal distinción elevadora. Pero no sólo es destacable el hecho de su banalidad, sino también, y mucho, el de su incongruente puesta en escena formal y argumental (con esas insólitas coreografías, tan elegantes como incoherentes y absurdas si atendemos a la lógica estética convencional).
Así, se subvierte la percepción habitual que solemos tener de dichos objetos y nos terminan ofreciendo una inédita visión de sí mismos. Lo anodino, lo corriente, lo banal adquiere un nuevo significado y...una inesperada trascendencia (la obra de Yang está muy entroncada con los conceptos de ready made y de objet trouvé del dadaísmo y surrealismo de principios del xx).
En cualquier caso, todos estos bodegones se mueven en una interesante, sutil y poética frontera entre lo grotesco y lo elevado, entre lo mundano y lo sublime, lo real y lo ambiguo.
Jesús Micó.
Entrada actualizada el el 07 jul de 2017
¿Te gustaría añadir o modificar algo de este perfil?