Sigue Xurxo Alonso vertebrando Aldemunde, su lejana isla de San Brandán, mítico Avalon, su Yoknapatawpha particular, Comala diferenciado, Macondo infinito, territorio confuso de paisaje y sensaciones que ya cartografió en el libro de poemas “Breviario de Aldemunde” a través de unas decenas de personajes. Las grandes series y ejes temáticos que desarrolla el autor sobre ese inventado territorio se amplían en esta exposición, ensanchando su mundo hacia el gremio de los tintoreros, al terreno de los exvotos, de los momificados, de las piezas de madera, dando cabida a la memoria y a las obsesiones.

Corchos, maderas, telas muy diversas, trapos coloreados, restos de maniquíes cajas, cartones o ensamblajes le sirven al autor para recuperar ese mundo, pero sobre todo prima la pintura, incluso cuando no existe, cuando sólo se intuye. El artista se recrea en el soneto de Pellicer: “del ... bosque entero harás carpintería”. En este caso el autor opta por el recurso del exceso, que intenta poner en discusión cierto orden, o quizá destruirlo y construir uno nuevo, y como rasgo definitorio de su trabajo está la fragmentación geométrica de la superficie del cuadro, creando en ella espacios contiguos diferenciados y una osadía en el color y en su esparcimiento de manera gestual. Un pensamiento siempre marcado por el collage.

En Xurxo Alonso el derribo de los confines no provoca destrucción o exclusión sino sólo desplazamiento de las fronteras y anda el artista como un explorador adentrándose en territorios de muy variada topografía actuando con gran libertad de movimientos, siendo a la vez riguroso y metódico en su propensión arqueológica como muestran estas piezas frágiles como la variedad y la vida, respetuosas con el accidente y la imperfección.

La voracidad con la que acomete su trabajo, la riqueza de sus recursos plásticos y la libertad con la que hace uso de ellos dejan un justo espacio para la poesía y el recuerdo.