Cuadra muy bien con esta retrospectiva de Miguel Villarino el título que se le ha dado, proveniente de una frase de Séneca. Una respuesta, convertida en sentencia, que ha tenido mucha fortuna a lo largo de la historia.

¿Y qué quiere decir el autor con este emblema? Ante todo, que se presenta ante el espectador tal cual es y con lo que tiene. Nada de artificio No pretende confundir ni suplantar. No hay más que lo que quiere mostrar: la pintura que ha ido jalonando su labor de artista, el oficio de su vida de poeta del color y de las formas.

No está nada mal, en un tiempo tan farandulero y banal, establecer un principio estoico, confesando con humildad que uno muestra sólo aquello que posee; y que lo que tiene es ... su oficio al servicio de su saber. Y de su sentir, que es una forma de inteligencia. Como la bondad o el orden, que nada tiene que ver con conductas autoritarias. Donde hay orden hay belleza.

El espectador debe ser absolutamente libre siempre, pero más aún ante esta obra. Dejarse llevar, observarla desde el prisma de su formación y de su sentir, sin ataduras ni prejuicios. No me gustaría que la vieran como una secuencia de sus sucesivos hallazgos, sino como un orbe, un conjunto; como todos los yo que conjuntan su yo, el mundo de Miguel Villarino. Y cada cuadro, como una ventana abierta a su interior, un canto de su música, un verso del poema unitario que la constituye y la distingue.

Se trata de una exposición entre lúdica y elegíaca, simbolista, abierta, diáfana, legible, con muchos componentes, entre los que destaca el carácter de su pintura, colorista, viva, enhiesta, púdica, limpia.

Tomás Paredes

Presidente de la Asociación Española de Críticos de Arte/AICA Spain