La exposición Trópicos de la artista Ana González, organizada por el Consorcio de Toledo y la galería La Cometa Madrid, tendrá lugar en el Oratorio de San Felipe Neri de la ciudad de Toledo y estará abierta al público desde el 23 de junio al 10 de septiembre.
El edificio catalogado como Bien de Interés Cultural, incluye restos de las termas romanas, se trata del único espacio que se conserva de la antigua iglesia de San Juan Bautista, levantada en el siglo XII y derribada en el XVIII.
Trópicos se presenta como una de las tres exposiciones que tendrán lugar este año alrededor de la propuesta anual del Consorcio de Toledo, y estará centrada en el arte textil desde diferentes dimensiones, creado por o para las mujeres.
Ana González Rojas (Bogotá, Colombia, 1974), tiene como principal fuente de inspiración la herencia cultural de su Colombia natal, y a través de su trabajo se...ha familiarizado con los oficios de las comunidades indígenas locales, viajando de manera extensa por todo el país.
Su práctica ha mostrado tener un interés particular por las situaciones adversas que viven ciertas comunidades de su país a causa de la violencia, y revela su inquietud por entender el impacto de las acciones humanas en el medio ambiente. Colombia, puntualmente, ha sido un territorio en permanente tensión, donde distintos actores han afectado tanto a su población como a la tierra misma, haciendo de esta un sujeto del conflicto.
La preocupación por estos temas se puede ver en sus obras, y en particular en las “Devastaciones”, piezas textiles cuya superficie ha sido sublimada con una imagen de territorios donde poco a poco, hilo a hilo, muestran la alteración del paisaje y la explotación de los recursos naturales.
La artista ha construido una obra de dieciocho metros de largo, que contiene la imagen del Salto del Tequendama, una gran cascada natural que hace parte del curso del río Bogotá, en la región central de los Andes. Desde una perspectiva etnográfica, los saltos o cascadas son lugares sagrados que representan la abundancia de la vida; sitios de devoción y renovación en rituales donde el agua que cae nutre la tierra y limpia los cuerpos.
La experiencia sensorial de Trópicos se amplifica con la pieza sonora que acompaña la instalación textil. En ella, el sonido del bosque y los pájaros mochileros evocan el ecosistema que rodea el cuerpo de agua y convierte un paisaje sonoro en un canto devocional.
Sobre la artista
Ana González se graduó como arquitecta en la Universidad de los Andes, se especializó en Arte y Género en Trinity College, Dublín, Irlanda e hizo su Maestría en Fotografía-Impresión-Edición en la ESNBA y la ESCP de París, Francia.
Las obras de Ana González revelan su interés en comprender los procesos del desplazamiento humano, la deforestación de la naturaleza, y los procesos de memoria y restauración a través de un proceso artístico iluminador, femenino y orgánico. La artista trata las relaciones humanas y naturales de una manera intuitiva, con delicadeza formal y la intención de establecer una comunicación emocional con su espectador.
Su obra forma parte de importantes colecciones privadas y públicas, como La Colección Patricia Phelps de Cisneros, Museo Nacional de Colombia, Museo de Arte Moderno de Colombia (MAMBO),Havremagasinet Länskonsthall en Suecia y Museum of the Americas en Miami. Además, ha desarrollado varios proyectos sociales con las comunidades indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, con las mujeres Mizak en el Cauca, mujeres Ticuna en el Amazonas y la comunidad Nukak en el Guaviare colombiano.
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La tropicalidad es esa noción geográfica y cultural distante de las condiciones geográficas y materiales europeas. Entre los siglos XVI y XIX, la extrañeza y el deslumbramiento que sintieron colonizadores y cronistas frente a la exuberancia de la naturaleza y los territorios de América Latina creó un imaginario colmado de descripciones fantásticas y aterradoras por igual. Así, mientras se promovía la investigación científica y la explotación del potencial económico de los recursos naturales en estas regiones, se cultivaba la existencia de obstáculos importantes que impedían el desarrollo del pensamiento y la prosperidad de las colonias. En Trópicos, la artista colombiana Ana González lleva la idea sobre la tropicalidad hacia la otredad y se decanta por la reflexión sobre dos realidades culturales que se encuentran en el contenido simbólico del agua.
El Oratorio San Felipe Neri, lugar que alberga la exposición, es testigo del sincretismo cultural resultado de la superposición de dos periodos históricos diferentes y el uso ritual del agua en cada uno de ellos: por un lado, tenemos las termas subterráneas, vestigios arquitectónicos del Imperio Romano, con una cultura en la que el agua era concebida como un vehículo para el culto al cuerpo, la lúdica y el placer. Y sobre ellas, el Oratorio de San Felipe Neri, un edificio religioso de la época medieval que nos recuerda el simbolismo del agua en la tradición cristiana: purificación y renacimiento. Al lugar se añade otro nivel de lectura mediante dos elementos; un telar sefardí de 1922 que el Consorcio de la capital castellano-manchega recuperó a comienzos del 2023 y que ahora reposa en la nave central del oratorio; y con Tequendama, instalación que presenta la artista colombiana Ana González sobre un cuerpo de agua majestuoso que se adentra en el ecosistema del bosque de niebla.
Pensada especialmente para el espacio expositivo, la obra textil de 18 metros contiene la imagen del Salto del Tequendama, una gran cascada natural que hace parte del curso del río Bogotá, en la Cordillera de los Andes. Desde una perspectiva etnográfica, los saltos o cascadas son lugares sagrados que representan la abundancia de la vida; sitios de devoción y renovación donde el agua nutre la tierra y limpia la carne. El Salto del Tequendama en especial, es una importante fuente hídrica que aparece las leyendas fundacionales de las culturas muiscas que habitaron la región antes de la colonización. [1]
González muestra la progresión de la cascada en río y de río en la nada a través de hilos que deshacen la imagen inicial y se extienden por el suelo de la sala. Esta transformación del material es una reflexión sobre la modificación del paisaje por la explotación de los recursos naturales y la ausencia del estado en el acompañamiento de los esfuerzos que hacen las comunidades originarias para preservar la integridad de sus lugares devocionales. La experiencia sensorial se amplifica con la pieza sonora que acompaña la instalación textil y se escucha en todo el recinto. En ella, el sonido del bosque y los pájaros mochileros evocan el ecosistema que bañan las aguas del río, y crean un canto que trae consigo reflejos y memorias de un mundo natural lejano que se revela en esta otra sacralidad.
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[1] Dice una de las leyendas indígenas, que el Salto de Tequendama se formó por acción divina de Bochica, dios hijo del Sol, quien enseñó a los muiscas a hilar el algodón y a tejer sus mantas, y que creó el Salto con un certero golpe de su vara dorada para evacuar las aguas que inundaban la Sabana de Bogotá.
Entrada actualizada el el 21 jun de 2023
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