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Agustín es y ha sido un agresivo elemento en foros dispares; es un diletante amplio, de paladar grande. Transita y transitará. Es, este San un ser transitivo. Se trata de un artista que podríamos calificar de bohemio, en el sentido más bello de la palabra y sin hacer menoscabo de su persona. Es un vividor que trabaja con emergencia, aceptando, con todo lo que conlleva, la pesada carga de saberse en una situación de transitoriedad permanente. Por esto no presta excesiva atención ni al contexto del arte ni tan siquiera a la propia obra que produce, que por lo general, por su excepcional estado de emergencia continuada, como decía más arriba, suele perderse o destruirse al poco tiempo de ser creada.

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Ya hace años que venimos testando sus trabajos en diversos espacios, siempre arrabalescos, presentando unas colecciones variopintas. Ha demostrados desde siempre una tendencia a transformar la realidad a través de imágenes que le obsesionan, haciéndole a los soportes fotográficos ciertos ejercicios de cirugía plástica, bien a través de programas electrónicos como el fotochop, bien con pinturas de diversos tipos, bien cercenando, castrando y rompiendo los propios soportes.

Así, en esta ocasión nos presenta un desarrollo refinado de sus caras, a veces terroríficas, a veces hilarantes, presentándolas de manera novedosa, ya que el artista se divierte también inventando nuevos modos de exposición, ofertando refrescantes y nuevas formas de exhibir.

Es un placer traer a este foro a Agustín San, artista impertinente, caprichoso como un crío, pero genial, con un gran ángel, para darlo a conocer un poquito, para tratar de hacerlo un poco menos transparente, por el mero gusto personal de ver su trabajo colgado, a pesar del gran esfuerzo que supone sostener, gobernar y guiar la producción de una persona tan especial. De todos modos y a pesar de los pesares, Agustín continuará siendo emergente, desconocido y oscuro, dado que nuestra sociedad no está en absoluto preparada para soportar a estos seres divertidos, y graciosos, a veces petulantes, a veces insoportables, pero necesarios para que el mundo, a través de sus obras, sea un poco menos cargante, denso y aburrido.