Exposición en Valladolid, España

Valladolid. Espacios para el respeto

Dónde:
Palacio de Pimentel / Angustias, 44 / Valladolid, España
Cuándo:
30 may de 2011 - 28 jun de 2011
Inauguración:
30 may de 2011
Organizada por:
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición

El Palacio Pimentel se incorpora a un proyecto que se puso en marcha en 2004 como un jalón más de un recorrido que sin duda tendrá continuación en otros espacios posteriormente. Un proyecto que se contempla por José María Moraza como un proceso continuo en el que intervienen muchos «coautores» que colaboran en la elaboración de la obra.

 

Entramos de lleno en algunos de los nuevos comportamientos artísticos que van a protagonizar a finales del siglo XX el devenir de las vanguardias. Se trata de una obra abierta, de un proceso en marcha que se dará por concluido cuando el autor decida que ya está terminado. En este sentido más que las obras en sí, lo que importa es cómo se concibe cómo se desarrolla, cómo va tomando cuerpo una idea. No es que se llegue a un puro concepto ... que culmine con la desmaterialización completa de la obra como objeto artístico por que las obras están ahí presentes, pero sí de un acontecimiento artístico en el que la idea que se promueve, el «RESPETO», marca el objetivo y los límites que configuran todas las actuaciones. El registro material que queda como testigo de esta acción es precisamente eso, un testimonio de algo que va mucho más allá. Por eso las fotografías, el video, las entrevistas forman parte sustancial de todo el proceso creativo y son instrumentos básicos para comunicar el sentido último con el que el autor ha concebido la obra.

 

Además hay un intento de romper con los esquemas tradicionales de obra-público-espectador al contar con la participación del público en la elaboración colectiva de la obra. El que se integre en este proceso, para el que no existe ningún tipo de selección previa, pasa de mero espectador pasivo y distante a coautor de la obra. La obra de arte deja de ser algo cerrado, autosuficiente, básicamente introvertida, para abrirse a todo tipo de interpretaciones en las que los participantes pueden y deben expresarse con toda libertad, por que lo que vale es la iniciativa y la intransferible expresividad individual de todos y de cada uno de ellos. Para intervenir no se requieren especiales condiciones artísticas por que todos actuamos artísticamente si estamos participando de un hecho artístico. La artisticidad depende de la intención, no de la habilidad manual ni de la capacidad estética.

 

Todo ello se inscribe en ese intento de integrar el arte en la vida, y la vida en la acción se trata de apartar el arte del reducto restringido de un producto mitificado, que se encierra en esos reductos sagrados que son los museos y que se lleva a cabo por artistas que adquieren el sello de seres excepcionales dotados de un soplo divino de genialidad. Ahora el arte es de todos y para todos. Ahora se presenta en espacios tan poco habituales como son las iglesias.

 

Ahora, aunque el proyecto se inscriba bajo la idea de «RESPETO», ya no nos parece cuando estamos interviniendo en la creación de las obras tan «respetable», y sin embargo, nada tan respetuoso como esa participación colectiva en la que personas de toda índole intervienen sin jerarquías ni escalafones, sin limitaciones para concebir y realizar las obras, sumándose a un colectivo que es de todos y para todos.

 

Sólo una pequeña reflexión sobre esas obras en las que la realización es libre pero hay un elemento integrador que es el que va a prestar coherencia al conjunto. Un soporte bastante pequeño pero contundente, un formato cuadrado, unos relieves en los que el gesto más espontáneo o más disciplinado no son sino un reflejo de la acción y la personalidad del autor, y por último el color blanco que impone su impronta más reductora en el conjunto de todas esas piezas. Con todo, la referencia al minimalismo y sobre todo a ese paradigma de la modernidad que es el cuadro de Malevitch «cuadrado blanco sobre fondo blanco» es casi obligada. Con todas las coincidencias y las discrepancias que se puedan aducir surge casi sin querer como un hito en nuestra memoria.

 

Para terminar, como obra abierta y colectiva, una a una estas obras serian irrelevantes, pero todas juntas como testimonio de esas personas que se han implicado sin distinciones en ese trabajo común, tiene mucho que decir, por que el respeto no es algo que se vive en solitario sino que tiene siempre como referente en el otro.

 

Como profesora de Historia del Arte el taller me parece una ocasión espléndida para dejar a un lado las teorías estéticas y los vericuetos por los que han trascurrido las vanguardias, para intentar entrever lo que es el arte, no desde el punto de vista intelectual, sino activo. Son las manos, la imaginación, la intuición las que prevalecen. Puede ser una buena experiencia y un reto que nos permita sacar afuera capacidades que no conocemos.

 

 
Imágenes de la Exposición
José María Moraza, Amor al universo, 1997

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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