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Oriol Galeria d'Art presenta, coincidiendo con el centenario del nacimiento del artista, una selección de obras del pintor Zoran Music (1909 - 2005). Se trata de un conjunto de 33 piezas, entre pinturas y dibujos, que ofrecen un amplio y completo recorrido por la trayectoria creativa de este artista ilustrando claramente los diferentes cambios y etapas por los cuales transcurre su carrera artística.

La selección presentada empieza con obras realizadas a finales de los años 40. Es precisamente en estos años cuando Music consolida los rasgos más característicos de su estilo. Pinturas como 'Traghetto' de 1949 o 'Ida' de 1950 son buenos ejemplos que nos indican su interés por la simplicidad compositiva y el hieratismo, nos evidencian el uso del arte bizantino como referente a la vez que nos muestran la particularidad y sobria gama cromática que no abandonará prácticamente nunca más. Los sutiles cambios estilísticos que conforman su producción artística a partir de los años 50 vienen normalmente marcados por cambios en las temáticas y por este motivo se presentan obras características de algunas de sus series más emblemáticas, como por ejemplo, 'No somos lo últimos', 'Interior de catedral', 'Motivo vegetal', 'Paisaje rocoso', 'Paisaje de Siena', 'Autorretrato', y 'Doble retrato'.

La importancia de esta exposición recae también en el hecho que desde el año 1996, cuando la madrileña Galería Jorge Mara presentó la primera exposición en España de Zoran Music, no se había podido ver otra exposición individual de su obra en una galería de arte comercial española. Con 'Zoran Music: Pinturas y dibujos' Oriol Galeria d'Art llena este vacío tan grande a la vez que presenta, por primera vez en Cataluña, una exposición monográfica dedicada a este transcendental artista.

La última intención de esta iniciativa es dar a conocer y promover la obra de Music tanto en Cataluña como en España. En contra de lo que pueda parecer y a pesar del esfuerzo realizado a lo largo de los últimos años por instituciones como la Fundación Bancaixa, la Bilbao Bizkaia Kutxa Fundazioa, el Institut Valencià d'Art Modern o, más recientemente, la Fundació Caixa Catalunya, sus pinturas y sus dibujos todavía son prácticamente desconocidos por el público general.

Zoran Music nació en Gorizia el 12 de febrero del año 1909. Inició sus estudios en la Academia de Bellas Artes de Zagreb pero un año después los dejó y empezó a asistir a las clases particulares del croata Lubjo Babic. Veneciano de adopción, Music desde los inicios se mostró interesado y captivado por la obra de Gustav Klimt y Egon Schiele así como por las posibilidades plásticas que el arte bizantino ofrecía. Trabajador incansable y metódico, nunca dejó de pintar y dibujar. Para él, la creación artística era la verdadera razón de ser de su vida. Aún así, tal y como reconoce el propio artista, la única 'escuela' en la que realmente se formó artísticamente fue la escuela del Campo de Concentración de Dachau, donde tuvo que pasar una larga temporada conviviendo con la muerte. Esta experiencia lo marcó para siempre y dejó su huella en prácticamente todas las series pictóricas, especialmente en la titulada 'No somos lo últimos' iniciada en el año 1970.

Su trayectoria artística la tenemos que situar entre Venecia y París, de hecho tenía taller en las dos ciudades. Fue precisamente en el París de inicios de los años 60 donde Music se dejó seducir por la pintura abstracta, una pintura que finalmente él mismo acabó rechazando porque no le aportaba nada y en la cual se sentía torpe y perdido y finalmente decidió recuperar la figura. Pero París también fue la ciudad que le abrió las puertas al mundo. Muy importante fue en este sentido su relación, a partir de mediados de los años 50, con la Galerie de France, gracias a la cual empezó a consolidar su presencia en el mercado internacional.

Zoran Music, pintor del aislamiento y del silencio, es uno de los artistas más representativos y singulares de la segunda mitad del siglo XX y de los que mejor ha sabido alcanzar pictóricamente la lucha entre la agritud de la vida y la esperanza. Su obra, aún usando un expresionismo a menudo trágico, acaba transmitiendo calma y solitud. Pero lo que a él más le interesaba era encontrar, a través de pinceladas vibrantes y seguras de colores tierras que huyen de la nitidez y claridad de la forma, imágenes confusas que invitan al espectador a reflexionar y mirar más allá y a no quedarse solamente en la superficialidad de la tela.