Pérez-Jofre devuelve su raíz pre-histórica a estos pigmentos originarios por la clara dimensión metafórica a la que alude: el artista está dirigiendo toda su atención a la tierra. Los cuadros son – literalmente– fragmentos de ese territorio que cuestionan la tradicional idea romántica de “la Naturaleza”, para plantearla como una entidad externa al hombre. En las obras de esta serie, la naturaleza forma parte de la “experiencia de lo cercano” y se alimenta de la artificialidad que el ser humano le confiere.