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En los años setenta del siglo pasado, muchos artistas se rebelaron contra la pintura y el formalismo imperante e introdujeron nuevos aspectos, como la dimensión teatral de la obra de arte y la relación entre el público y el objeto. El resultado fueron instalaciones en vez de pinturas, ambientes en lugar de esculturas, y performances donde antes había imágenes. De forma paradójica, los principios de la pintura se aplicaron al cine, dotándolo de un potencial revolucionario. Algunos artistas se desembarazaron de la narración y la causalidad del cine tradicional e investigaron las posibilidades concretas que ofrecía la propia imagen en movimiento.
Jean Baudrillard publicó en 1981 Simulacros y simulación, donde el concepto de real se convierte en tema fundamental del debate social y del discurso filosófico. La historia del arte no podía pasar por alto el hecho de que cada vez pasamos más tiempo ante la pantalla, donde real y escenificado, así como verdad y simulación se entremezclan una y otra vez. En manos de los artistas contemporáneos, la veracidad de la imagen fotográfica o videográfica se diluye, pues ésta deja de ser una huella de la realidad y se convierte en símbolo. Así lo ponen de relieve obras como Immergence (2004), de Ailbhe Ni Bhriain, o Seeing Is Believing (2001), de Ellen Harvey, que confrontan dos espacios de representación aparentemente opuestos, la pintura y la fotografía, pero en definitiva equivalentes.
La historia del arte está presente en documentales como Dutch Light (2003), de Pieter-Rim de Kroon, un bellísimo ensayo filosófico y estético sobre la luz en la pintura; y Souls of Naples (2005), de Vicent Monnikendam, que toma Las siete obras de misericordia de Caravaggio como punto de partida y referencia visual de la película. Un modèle pour Matisse (2003), de Barbara F. Freed, desvela el proceso creativo de Matisse en la capilla del Rosario y su relación con la hermana Jacques-Marie.
Con relación a la reinterpretación subjetiva de los acontecimientos, en Liberté et Patrie (2002), de Jean-Luc Godard, se nos muestran sus cuadros, paisajes, sonidos y lugares favoritos. Desde otro punto de vista completamente diferente, Nocturnes pour le Roi de Rome (2006), de Jean-Charles Fitoussi, trata sobre la historia y el papel que juegan las imágenes en su construcción (y su poder de evocación). La película yuxtapone imágenes grabadas con un teléfono móvil y fragmentos de películas y fotografías de archivo, creando un mosaico cuya apariencia bien podría clasificarse de pictórica.
En la misma línea que Malcolm Le Grice (Berlin House, 1970) está el músico y cineasta Ian Helliwell (Chromaburst, 2001), que enfatiza la naturaleza sensorial y no narrativa del medio fílmico, al igual que los primeros directores experimentales. En Untitled (Neon) (2005), Takehito Koganezawa filma los neones de Tokio como si fueran pinturas, mientras que en 12.2dm004.Series: Mobile Drawings (2002), Magdalena Fernández dibuja «con el cine animado» líneas y figuras geométricas, y en Violent Pop (2007), Joan Wallace realiza una verdadera pintura abstracta haciendo estallar un pastel blanco y carmesí ante nuestros ojos. El lienzo en la pantalla reúne todo un conjunto de «pinturas fílmicas» que nos ayudan a desentrañar algunos aspectos de la relación entre el lienzo y la pantalla.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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