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La sala de exposiciones, convertida en una suerte de simbólica capilla o pequeño santuario, acoge una selección de imágenes donde la artista presenta, a modo de 'tableaux vivants', una serie mártires contemporáneos que, inspirados en determinados iconos de la historia de la pintura -fundamentalmente del barroco- y en la hagiografía de mártires, revelan algunas de las más importantes taras de nuestra sociedad. La ficción fotográfica le sirve a la artista para que las imágenes, reconvertidas en iconos del presente, propicien una reflexión sobre cuestiones que afectan al mundo contemporáneo, como la problemática de género (la violencia contra las mujeres y el dominio que determinadas estructuras de poder ejercen sobre ellas) o la necesidad de generar ... un panorama social que integre la diversidad cultural.

El proyecto 'Mártires' tiene su origen en otro anterior llevado a cabo el pasado año en Las Palmas bajo el comisariado de Orlando Britto, donde la artista realizó un trabajo de campo previo buscando temas relativos al propio lugar de exposición, explica Lidia Gil en el texto que acompaña la exposición: 'Ese caminar creativo le llevó hasta Santa Catalina, mártir a la que está dedicada una ermita y una antigua construcción defensiva. Por otro lado la zona es portuaria y recibe la continua llegada de inmigrantes propiciando un importante mestizaje. Con todo ello decidió que su trabajo giraría en torno a la santa que sería representada fotográficamente por habitantes del lugar de distintas edades, raza, género o religión, utilizando atributos de la iconografía tradicional -la rueda dentada, la espada y la palma- junto con otros modernos universalizando y dando una carácter globalizador a la leyenda de Santa Catalina. Así generaba un nuevo campo simbólico y revisaba el propio concepto de martirio aplicado al mundo contemporáneo. En esta ocasión juega con la misma estrategia para generar en El Torco una instalación fotográfica que simule una iglesia, cuidando la luz, el olor (con incienso), introduciendo objetos característicos, generando, en definitiva, un ambiente que envuelva al espectador. La supuesta capilla está presidida en el altar por un autorretrato de la artista en el que aparece como San Sebastián acribillado por las flechas de su martirio y de las paredes cuelgan las fotografías de Santa Catalina. Esta intervención en el espacio toma su dimensión temporal con la acción titulada 'Oficio de Tinieblas' en la que se reinterpreta la ceremonia litúrgica, en un mundo hoy carente de rituales, tan importantes para el ser humano'. Con este proyecto multidisciplinar, Majo G. Polanco aborda 'la complejidad de la sociedad contemporánea, concediendo una gran importancia a una vertiente más performativa del arte para destacar aspectos conflictivos de nuestra sociedad, fomentando la reflexión y el debate, tendiendo a la identificación entre arte y vida'.