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El Museu de Ceràmica acerca al gran público la producción de la artista catalana de fama internacional, Maria Bofill. Por sus dimensiones, las obras que conforman la exposición son piezas de proporción y tamaño abarcables, casi mágicas, que reclaman la atención y desvelan la fantasía y que, por sus formas rugosas y planas, turgentes y ondulantes, rectangulares y cilíndricas, y por su tratamiento brillante o mate, liso o perforado, poseen una sensualidad inquietante ... y nada habitual.

El trabajo en porcelana y las variaciones de dos formas básicas, el huevo y el bol, centran la exposición de medio centenar de obras que se engloban en cuatro apartados: recipientes con forma de copas o vasos, con leves notas de colores azules, rojos y rosados, que pertenecen a su obra más conocida; los laberintos en el sentido más simbólico, como caminos y lugares que no se sabe dónde empiezan y dónde acaban, espacios compartimentados por pilares, paredes o arcos prácticamente acromáticos, que se cierran en sí mismos y que incitan a la imaginación; y unas arquitecturas trabajadas a partir de muros y paredes que definen ámbitos y que remiten a la idea de casa, de habitáculo, a las casas del alma de la arquitectura funeraria de la antigüedad. Finalmente, Bofill evoca la Mediterránea con paisajes imaginarios con los que alude a elementos de la naturaleza como el sol, las olas, las islas, los cerros y las sierras con las que crea parajes que, por su poética, inevitablemente remiten a la intimidad y el recogimiento de los jardines Zen japoneses.

El hallazgo de la porcelana supuso un cambio radical en la trayectoria de Maria Bofill, un cambio que otorgaría más tarde el acento propio en todas sus obras. Fue en 1980, cuando participaba en el Simposio Internacional de Cerámica de Bechyné en República Checa, dónde vio las grandes posibilidades que permitía la porcelana en términos de textura y color; algo que había buscado en un material durante tiempo.

Bofill luchó hasta conseguir trabajar con porcelana, convirtiéndose así en una pionera en el uso artístico de este material en España, ya que la ductilidad que le ofrecía le permitió ir más lejos en la creación de piezas tales como vasos, bols, copas y columnas, y depurarlas cada vez más. Una depuración que también encontraría en la influencia que ejerció la cerámica japonesa y que acentuó la sobriedad y la sutileza en las formas y los volúmenes de sus obras.

Maria Bofill nace en Barcelona en el año 1937 y emprende su andadura en el mundo del arte de la mano de la Escola Massana de Barcelona, dónde estudia desde 1953 a 1966; escuela a la que más tarde se vincularía de forma académica. Más tarde, se formó en centros de referencia como el Hammersmith College of Art and Building de Londres y, en Japón, en el Kyoto City University of Arts.

Bofill expuso su primera exposición a nivel individual en 1968 en la Galería As de Barcelona y, desde este momento y hasta 2008, lo ha hecho en más de un centenar de ocasiones de manera individual y colectivamente entre diferentes países cómo España, Estados Unidos, Japón, Taiwán, Méjico, Portugal o Bélgica.

Además de las exposiciones, Bofill ha merecido el reconocimiento artístico y su trayectoria ha estado premiada con la Bossa de Viatge de la Diputación de Barcelona o la Medalla Ramon Sunyer del Cercle Artístic de Sant Lluc, así como ha recibido diferentes becas para la investigación por parte del Ministerio de Cultura y la Conselleria de Cultura de la Generalitat de Catalunya.