La serie de fotografías intervenidas digitalmente que presento en esta oportunidad, fueron realizadas a partir de las tomas hechas a una joven oriunda del Paraguay, que emigra a la Argentina en busca de oportunidades laborales mejor remuneradas. Como muchas de ellas, atraviesa la frontera en busca de trabajo. La mayor parte realiza tareas en casas de familia para luego enviar dinero a sus familiares e hijos que dejan en Paraguay, resignadas a ese duro destino de ver criar a sus hijos por sus abuelas.

La sociedad paraguaya es marcadamente matriarcal. La mujer es la que suele llevar el dinero a casa. Muchas veces el hombre las maltrata o las abandona dejándolas a cargo de la crianza de la prole, generalmente numerosa.

Tomasa se presentó ante mí como una suerte de estrella vivaz. Con su dignidad intacta, con esa ... exótica mezcla de su país de origen que no había perdido -su casita, sus ovejas, el inmenso cielo- y la de la ciudad nueva con sus ofertas fastuosas de glamour, que incorporaba como una 'prima donna' orgullosa de sus tareas. Había un espíritu en ella; sin duda, plenitud. Me relató su historia -llena de presencias y de ausencias- entre el Paraguay, donde había dejado su familia, sus padres, las hijas mayores, y la Argentina, con su pequeña hija, que vivía con ella, que no le quitaba los ojos de encima y que quería posar también para las fotos. Me contaba sus peripecias, sin pena ni dolor, solo las describía con una resignación sorprendente. Una historia que era de ella pero también de muchas. Posó para mí largo tiempo. Su cara se transformaba en cada toma; me brindaba lo mejor de sí y de su historia. Me contó con entusiasmo que su hija mayor cumplía 15 años en Paraguay y que viajaría -llena de regalos, vestidos de tul, medallas labradas de oro- para festejarlo con toda su familia. La conocí en Chascomús, provincia de Buenos Aires, en un campo vecino a la laguna.