De una u otra forma todo trabajo artístico tiene relación con el mundo objetual. En él se reflejan la creación e interpretación humana; y de esta manera, los parámetros entre los cuales se proyecta y desenvuelve el pensamiento y así, la comprensión del lugar en el que habitamos. Aún en las ocasiones en que el arte se enfoca en la naturaleza, por exclusión o por separación, se sigue refiriendo al universo de imágenes y de formas creadas por los seres humanos. Ellas, de muchas maneras, están asociadas a cada comprensión de la existencia y en esa medida, siempre abanderan una metáfora potente sobre las conquistas y problemáticas en las que están envueltas, así como acerca de la intensidad propositiva que ha supuesto edificar sobre el planeta. Esto, mientras se conforman órdenes sociales y de todo tipo, entre aciertos y desaciertos. Por la misma razón, la forma en que ... se articulan imágenes y objetos con fines expresivos por lo general implica proposiciones valorativas o críticas con respecto al contexto al que pertenecen. Fragmentarlas y asociarlas dislocando los sistemas en los que cumplen funciones lógicas como lo hace Leonardo Damonte conlleva entonces contradicciones hacia estructuras y procedimientos que se han asentado y cristalizado, llegando incluso a ser considerados muchas veces como asuntos naturales sin serlo. En ese tipo de ejercicios este artista hace entender el mundo creado por la humanidad como lo que es. Es decir, como una posibilidad de interpretación asociada a una circunstancia determinada y no como un asunto irrefutable, permanente o indefectiblemente verdadero. En proposiciones como las de Leonardo Damonte las circunstancias se entienden como asuntos mutables y en relación con los constructos que surgen para acompañarlas o sobrellevarlas, pero que generalmente perviven más allá de las condiciones que los sustentan, mientras se olvidan las motivaciones a las que respondieron en su momento creativo. De esta manera, esas proposiciones se establecen como certezas que se niegan a la controversia y, en consecuencia, a la revisión, como a reconocer su obsolencia cuando ella llega. El arte, mientras devela sensiblemente lo esencial, lo que inclusive estando ante la vista permanece como secreto, suele poner sobre la escena, a través de metáforas, el descuido en que se pierde la verdad. Ello, generalmente entre la comodidad y el conformismo que generan los señalamientos legitimados y en medio del temor ante el esfuerzo de penetración que exige su cuestionamiento, como ante la consistencia y coherencia propositiva que deben acompañar la capacidad de mentes y sensibilidades críticas.