'Recuerdo el día en que te percibí, porque en ese día no te conocí. Recuerdo que una voz me dijo: Este chico acaba de abrir una galería. Recuerdo haberme dado la vuelta y ver una silueta alta y delgada con un paraguas en mano y marchar. Recuerdo haberme dicho para mis adentros algo como...¿Y qué es lo que pensará hacer?. No recuerdo haber abierto la boca para que algunas de estas palabras saliesen por ella. Simplemente debí de asentir a aquello que estaba escuchando. Nunca pensé trabajar con una galería. Nunca se me pasó por la cabeza. Nunca fue un deseo buscarla, consejo por ciertos actores del mundo del arte tan aconsejado. 'Con relación a tu trabajo, esta galería te podría interesar. Deberías entrar en contacto con ellos...' Decirlo, que este tipo de maniobra nunca ha sido mi manera de llegar a las cosas. Siempre ha ocurrido ... por encuentros que creo que no acontecen por azar. Nos vamos encontrando en nuestros caminos sin que los podamos racionalizar. Como en el amor. Recuerdo de nuevo aquellas palabras de Nina Simone cuando le preguntaron que era para ella ser libre. Decía que es algo que no se puede explicar, como en el amor. Uno no puede decirle a alguien cómo o qué es estar enamorado. Puedes describir situaciones pero no puedes decir qué es. Y tal vez esto que estoy escribiendo pueda parecer también una historia de amor...Y lo es.' Loreto Martínez Troncoso.

Recuerdo que el invierno pasado vi una exposición en la Maison de Victor Hugo en Paris, 'Entrée des médiums: Spiriritisme et art de Victor Hugo à Breton' (comisariada por Gérad Audinet et Jérôme Godeau), en ella se mostraba, entre otras cosas, la conexión entre el surrealismo y algunas actividades relacionadas con lo paranormal que comenzaron a popularizarse en los salones burgueses de Francia a finales del s. XIX. Allí entre el ingente y fascinante material mostrado, emergían las fotografías de las 'séances' de la medium Eva C., que a principios del s.XX fue una de las más famosas 'conexiones humanas' con el más allá, con los que ya no están...y en aquella casa, casi podías sentir su presencia.

A veces, nosotros humanos, estamos más interesados en establecer un diálogo con los muertos que con la gente más próxima, quizás debería de decir que algunos incluso lo encuentran más fácil...no hacemos un esfuerzo en tratar de entender 'el otro', en tratar de 'ser' el otro, ¿qué piensa?, ¿qué siente?, ¿qué quiere?...oh sí, todos sentimos, todos amamos, todos tenemos miedo. Es probable que exista esa urgencia para comunicar, para compartir...entonces...¿por qué nos resulta tan complicado salir de nuestros refugios?

En uno de los escritos de Loreto Martínez Troncoso (Vigo, 1978), cuenta como estando en un túnel del metro en Porto de repente un hombre se puso a gritar '¿Quien anda ahí?, ¿quien anda ahí? y nadie respondió...nadie...el silencio fue la única respuesta a su pregunta, silencio...

La imposibilidad de llegar al 'otro' (al vivo) no solo está presente en el arte, sino que lo encontramos en todos los ámbitos de la vida. Anclado en nuestra rutina, en cada momento de nuestra existencia. La necesidad de comunicar y de compartir es constante en la práctica de Loreto Martínez Troncoso, una premura manifestada en un trabajo dirigido a un interlocutor/a sin identificar, que se sentirá constantemente confrontado/a por lo que allí siente, lee o escucha. El desconocido/a recibe estas palabras, estos pensamientos, estos gestos y después los hace suyos; resonando en su mente como un eco de su voz.

Palabras y textos que han tenido, y aún tienen, un papel fundamental en la configuración de su trabajo, sin embargo este uso directo del lenguaje, en su modo más literal, va siendo gradualmente reemplazado por intervenciones más específicas en el espacio, entendiendo el marco arquitectónico como una hoja en blanco, como otra forma de escritura.

Loreto trabaja este espacio de un modo performativo, creando una atmósfera en la que sentir su proximidad. El lugar deviene una recreación tridimensional de su mente, y las obras desperdigadas en la sala como pensamientos que acaban de brotar. Huellas de su presencia que aparecen debajo de la piel de los muros, emergiendo como apariciones fantasmales que esperan por el público para materializarse.

Robert Siodmak filmó 'La escalera de Caracol' en 1945. Una película en la que la luz, las sombras y otros elementos estaban imbuidos de vida. Quizás porque la protagonista del film era muda, incapaz de articular palabra, y por esta razón el espectador interpretaba y predecía lo que ocurriría en la trama guiándose por el modo en que los elementos y los objetos estaban dispuestos o iban cambiando, el viento incrementando su violencia a través de las hojas de los árboles, la luz temblorosa de una vela, sombras que se mueven y avanzan absorbiendo cada tramo de luz. Imágenes cómo sentimientos, que son una elocuente manifestación de secretos miedos y deseos, y que también se pueden palpar ahora en el espacio de la galería. Aquí en PM8 Loreto también aparece silente, en esta ocasión son los gestos, los elementos...las obras las que también hablan.