Descripción de la Exposición Hay fotografías que agitan el tiempo, y lo hacen traslúcido, como el vaho que duda de sus límites sobre un cristal. Otras veces lo vuelven vibrante, como cuando una gota de agua cae en estanque. Golpean con precisión un punto, y donde antes había la quietud del reflejo aparece ahora una onda expansiva, ligera y firme que agita la superficie y quizás también el interior del mar del tiempo. Un tiempo que, como el agua, es transparente cuando hay poco y que se vuelve oscuro y misterioso con la profundidad. Y lo hermoso es que esto sucede cuando aparece una quietud siempre expectante, como si pudiéramos hacer presente el instante anterior a aquello que va a suceder. Vemos a la vez distintos espacios, retratados entre transparencias y reflejos, y en la distancia entre ellos se forma un espacio, una cercanía, una complicidad o acaso una rivalidad que da profundidad y por tanto dinamismo. Y entre las quietudes, asoma el movimiento, la presencia de aquello que va a modificarse y nunca más será lo mismo. [...] Y ese forcejeo que queda retratado en una instantánea, nos habla de otro instante distinto al que vemos... Creo que eso es lo interesante: aquello que ven nuestros ojos es distinto a lo que ve nuestro corazón, y en esa transformación, en ese desplazamiento, es donde reside el interés y la humanidad de la mirada. De este modo, entran en el objetivo siempre varios espacios, y así como necesitamos dos ojos para apreciar las distancias, aquí aparecen dos espacios que nos hacen presente el tiempo. El tiempo se revela porque es lo que hay entre los espacios. Un tiempo a veces lento, a veces instantáneo, como en esas fotografías en las que líneas distantes se hacen una o coinciden las aristas o las luces con las formas: en ellas volvemos a ver el tiempo porque se ha detenido en un instante irrepetible, pero a la vez cíclico, un tiempo único que sin embargo volverá a suceder. Ya no vemos dos acciones consecutivas en una misma imagen, como en las pinturas primitivas italianas, también preocupadas por hacer presente el tiempo. Aquí vemos el tiempo en si mismo, aparecer revestido de atributos hermosos, porque es un tiempo al que Luis Asín abre nuestros ojos. El espacio atraviesa el objetivo, y se recuesta entre los párpados del fotógrafo; sólo entonces su reflejo llega a impresionar la película: la cámara capta no la realidad, sino la realidad que se materializa en sus ojos. Y ahora en el estudio, la luz lo atraviesa y vuelve a la retina y pienso si acaso esos reflejos siempre presentes nos están hablando no solo del espacio que hay detrás nuestro, sino de aquello que está detrás de nuestros ojos, en nuestro interior. Si, creo que el espacio, en si mismo, no constituye un objeto de reflexión vital, no forma parte de nuestras preocupaciones, ni derrama nuestros temores, ni alienta nuestros deseos. El espacio, y también el espacio retratado, es solo la vasija donde se deposita nuestro ronroneo con el tiempo... Es cierto que sobre el espacio pensamos, imaginamos, indagamos, y a veces lo amamos e incluso lo aborrecemos. Pero me pregunto si, en realidad, el espacio es poco más que una máscara, una máscara del tiempo, su pesada vestimenta. Todo espacio, entonces tiene la capacidad, la hermosa capacidad, al ser mostrado, al ser pensado, de contener, de hacer visible, la presencia del tiempo. De convocar su presencia ensimismada, que transmite su rugoso tacto de lija suave y terca, de evocar su cercanía y su distancia, esa indiferencia que hace posible la vida. Una cercanía distante que hace presente aquello que no lo es porque dentro de un momento ya no va a existir, y nos muestra la fuerza irremediable de lo perecedero. De aquello que, de un modo paradójico siempre existirá porque no podrá ser desgastado ni erosionado. Y, al tiempo, vemos una poderosa quietud, solitaria, que habla de un mundo y un tiempo que quizás volverá a existir, la promesa de volver a vivir lo irrepetible. Aunar esos mundos, aunar esos tiempos, parece ser el objetivo visible de la mirada de Luis Asín.
Formación. 30 oct de 2025 - 11 jun de 2026 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España