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Al poco tiempo de montar mi taller le propuse a Bonifacio hacer unas litografías a medias. Le había conocido siendo yo ayudante de Don Herbert.

Me dijo que sí, pero que el quería trabajar exclusivamente sobre piedra y no sobre aluminio. Y empezó buscando y dándome en usufructo (como él me dijo) una prensa litográfica y unas piedras que habían sido de Grupo Quince. Esta decisión suya marcará la trayectoria de mi taller como editor de litografías en piedra. Después nos pusimos a trabajar y no paramos.

Hicimos esta serie de 29 litografías y otras 21 que no se editaron pero de las que si hicimos pruebas y él las coloreó. Entre medio, muchos trabajos para otros editores. Todo esto nos ha llevado 17 años.

Empezamos en el año 1994. ... En este primer impulso hicimos 8 litografías pensadas para blanco y negro, sin color. Obteníamos una prueba de impresión y me volvía a pedir la piedra para seguir trabajándola hasta que le gustara el resultado. Una vez que estuvieron todas las ediciones hechas, me pidió copias de tres de ellas para seguir trabajando como habría hecho con cualquier óleo o dibujo suyo. Las metió color y me preguntó si podíamos añadir eso. El resultado son las litografías nº 2, 3 y 6 de la serie.

Una cosa que él quería conseguir era hacer la obra gráfica con la misma libertad que cuando dibujaba o pintaba. Y con esa intención decidimos seguir. Es cuando empieza a crearse esta colección, cuando toma forma y nombre la serie.

Como a todas las pruebas las quera dibujar encima, esto originaba un trasiego de pruebas de su taller al mío que se convertía en excusa para cualquier otra cosa. Cuando las terminaba me las devolvía con muestras de color o papelitos pegados para que yo empezara mi parte. En una de ellas puso 'avanti vaporini' como diciendo, ¡venga, puedes estamparla así! Había encontrado nombre a la serie. Algunas de ellas me las devolvió firmadas con dedicatorias como 'para gallo el litotardanzas' o 'para gallo que no acabará ni en el año 3000', porque no iba tan rápido como él quería y otra veces yo esperaba siglos a que él trabajara. De esta etapa todas se terminaron.

La tercera y última etapa empieza cuando un día me pidió ¡¡¡todas las piedras de 'cocina' que tuviera!!! Se refería a piedras pequeñas, rotas, que él pudiera dibujar poniéndolas encima de la mesa de su cocina/oficina/taller, lugar del que empezaba a no salir nunca. Y fue un vendaval el que le entró.

Le acabé dando todas las piedras disponibles que había en el taller. Las dibujó todas y tan rápido que no me dio tiempo a terminarlas. Incluso la penúltima quedó sin firmar.

Haciendo esta serie tuve la libertad de experimentar e ir aprendiendo mi oficio.

Madrid, julio del 2012