El cuerpo de Evita sufrió aberrantes vejámenes después de su muerte. Embalsamado, fue orinado por los golpistas del 55 y quedó en manos de cuidadores temporales que lo ultrajaron y lo usaron como objeto de placer. Después de un tiempo, los restos terminaron en un cementerio de Italia bajo el nombre de María Maggi de Magistris. Pasaron quince años para descubrir dónde estaban.
Cuando se los devolvieron a Perón en el jardín de su casa madrileña, se constató que tenía un corte en el cuello, hundimiento y tura del tabique nasal, una cicatriz que abarcaba la mejilla y el pómulo izquierdo del cual colgaba un pedazo de carne, cuatro cortes en ambos senos de 16 milímetros cada uno, otro en el brazo izquierdo, tura de ambas piernas y los dedos de los pies aplastados.
Si bien a lo largo de la historia, en distintos lugares del mundo, hay múltiples ejemplos de formas...de venganza y humillación después de la muerte, utilizando partes del cuerpo como talismán, trofeo o estandarte, en la Argentina se han sucedido hechos que dan cuenta de la necromanía como una obsesión persistente.
Los enigmáticos destinos de las manos del “Che”, cortadas en Bolivia, y las de Juan Domingo Perón, serruchadas en su tumba profanada, son otros casos de manipulación de los cadáveres. Pero la historia continúa. La última dictadura militar argentina llevó al extremo esta manía de vengarse de los muertos. No alcanzó con hacerlos desaparecer: previo a esto, tiros en las muñecas y corte de manos fueron prácticas habituales.
Cadáveres exquisitos se propone recuperar algunas de estas historias a través de las miradas y las reflexiones de artistas de distintas generaciones. Una especie de informe sobre una de las aberrantes pasiones argentinas.
Artistas: Nicola Costantino (ARG), Leandro Katz (ARG), Daniel Santoro (ARG), Daniel Ontiveros (ARG), Martín Weber (ARG), Graciela Taquini (ARG), Noemí Escandell (ARG), Lucas Turturro (ARG)
Entrada actualizada el el 22 ago de 2019
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