El dibujo como espacio de meditación y de representación de la realidad: de una realidad individual y de su inconsciente, y de aquella que nos rodea y que puede analizarse a través de esa representación inconsciente, así como de los gestos que intentan atraparla o reconstruirla en pocos trazos.
El dibujo como albur y gesto que augura procesos e ideas de aparente inmediatez, pero que desde su comienzo, recorrido y conclusión, da forma a un pensamiento sólido alejado de ese carácter fugaz, azaroso y efímero que creíamos encontrar en su origen.
En el diálogo que establecen las obras de Campins y Garaicoa, hallamos ese dibujo que nos enfrenta a lo proyectual y a lo esbozado, a la idea como metodología y criterio de verdad. Esta metodología del apunte, también nos lleva a enfatizar en lo perecedero de una parte de nuestro pensamiento, aquel que le gusta encontrar en lo efímero su verdadero...caudal de certezas; esas que comienzan con un simple dibujo, y que en muchas ocasiones demuestran que pueden tener igual fuerza y determinación que lo que se concibe como el cosmos definitivo de una obra o de la poética de un artista.
En esta exposición a dúo, el dibujo, en su autosuficiencia, nos demuestra su vocación como escritura y pensamiento cerrado, y nos ayuda a argumentar - junto a la intención de nuestras manos, y a la capacidad de observación que este proceso de dibujar conlleva- que toda imagen ha sido siempre encarnada por una serie de líneas, y que, la mayoría de veces, estas mismas líneas son conscientes de su indefinición.
C.G Septiembre 2020
Entrada actualizada el el 10 sep de 2020
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