Exposición en Palma, Baleares, España

Fragmentos pictóricos, 1980-2010. Miradas a la colección de Es Baluard

Dónde:
Es Baluard Museu d'Art Contemporani de Palma / Pl. Porta de Santa Catalina, 10 / Palma, Baleares, España
Cuándo:
20 sep de 2012 - 20 ene de 2013
Inauguración:
20 sep de 2012
Comisariada por:
Descripción de la Exposición
Artistas: Miquel Barceló, Erwin Bechtold, José Manuel Broto, Miguel Ángel Campano, Ramon Canet, Maria Carbonero, Victoria Civera, Rafa Forteza, Ferran García Sevilla, Luis Gordillo, Xavier Grau, Abraham Lacalle, Miki Leal, Guillem Nadal, Antón Patiño, Charo Pradas, José María Sicilia, Nicholas Woods. Obras: 20 pinturas realizadas entre 1980 y 2010, procedentes de la Colección de Es Baluard.

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Es Baluard Museu d'Art Modern i Contemporani de Palma continúa con el ciclo dedicado a las 'Miradas a la colección' y presenta la cuarta lectura, titulada 'Fragmentos pictóricos, 1980-2010'. Esta nueva presentación repasa las tres últimas décadas de la pintura en España y su reflejo en las Illes Balears a través de los fondos del museo. La selección reúne 18 artistas quienes, a través de 20 pinturas, ilustran el resurgir de la pintura en la década de 1980 y su evolución hasta nuestros días.

 

El inicio de la década de los 80 conllevó el resurgir de la pintura como soporte después de la preeminencia durante los años anteriores del informalismo, el minimalismo, la corriente conceptual... Si tras la Segunda Guerra Mundial, el centro artístico había residido en Francia y Estados Unidos, ahora se trasladaba a toda Europa gracias, principalmente, a la recuperación del género tradicional por parte de artistas nacidos durante la Segunda Guerra Mundial y la década de los 50 en Alemania e Italia. Es el caso de Anselm Kiefer, Gerhard Richter, Markus Lüpertz, Nino Longobardi o Francesco Clemente, entre otros. 'Nuevos salvajes' o 'Nuevos expresionistas', en el caso de Alemania, y 'Transvanguardia', en Italia, son los nuevos términos acuñados para denominar estas nuevas corrientes artísticas que se desarrollan a partir de la liberación del intelecto y el concepto, la ausencia de normas, el primitivismo...

 

En España, esta reivindicación de la pintura se asienta sobre una base construida alrededor de las experiencias del resurgir de la figuración acaecida en los años sesenta, que dio pie a manifestaciones que criticaban los problemas de la sociedad, el realismo social, junto con el nacimiento del pop art (Juan Genovés, Equipo Crónica, Eduardo Arroyo, Darío Villalba o Luis Gordillo...) y entorno al nacimiento de nuevas propuestas artísticas contrarias a la abstracción en diversos puntos de la geografía española a finales de los 70. En Madrid surge la 'nueva figuración madrileña', término acuñado por el teórico Juan Antonio Aguirre para identificar la nueva pintura emergente, creada por los artistas Guillermo Pérez Villalta, Rafael Pérez-Mínguez o Carlos Alcolea por ejemplo; sus obras, contrarias a la poética informalista, constituyen una pintura con fuerte carga autobiográfica cuyo referente es el artista Luis Gordillo.

 

Mientras, en Barcelona, a pesar del fuerte arraigo de la corriente conceptual, también nacen reacciones en contra, como refleja la creación del Grupo de Trama (1973-1978), integrado por los artistas José Manuel Broto, Gonzalo Tena, Javier Rubio y Xavier Grau y el escritor Federico Jiménez-Losantos. Influenciados por el grupo francés Support-Surfaces (1966-1972) y apoyados por el artista Antoni Tàpies, defendían la proclamación de la pintura-pintura y las investigaciones de los aspectos materiales del cuadro. Ambas propuestas también tuvieron respuesta en Galicia, cuando en 1980 se crea el proyecto Atlántica con el fin de reivindicar la renovación de la estética gallega, fijando la vista hacia las propuestas procedentes de Alemania e Italia principalmente con Menchu Lamas, Antón Lamazares o Antón Patiño entre sus integrantes.

 

Todas estas iniciativas a favor de la pintura se vieron impulsadas por diferentes exposiciones que empezaron a organizarse en el territorio español y en el extranjero desde 1979, para dar a conocer el arte español dentro y fuera de nuestras fronteras en unos años en que el país comenzaba su andadura en la nueva etapa democrática rompiendo su aislamiento: '1980' (Galería Juana Mordó, Madrid, 1979), 'Madrid D.F.' (Museo Municipal, Madrid, 1980), o la muestra comisariada por Juan Manuel Bonet y A. González, titulada 'Otras figuraciones' (Madrid, 1981-1982). Esta exposición puso de manifiesto el valor de la nueva pintura mediante la obra de doce pintores formados en la figuración de la década de los setenta (entre ellos, Luis Gordillo y Guillermo Pérez Villalta), más un joven artista mallorquín, Miquel Barceló, que fue el único español invitado a participar en la Documenta 7 de Kassel después de haber visto su obra en dicha exposición.

 

Los jóvenes artistas españoles que surgieron en la década de los ochenta tomaron como referentes artísticos la obra de los nuevos salvajes alemanes y la transvanguardia italiana (Georg Baselitz, Anselm Kiefer, Markus Lüpertz, Jorg Immendorff, entre otros). Estos promulgaban una figuración con una carga crítica ante la realidad social y política que reivindicaba la pintura y la figura, favoreciendo una liberación de las ataduras represivas del intelecto y del concepto, la ausencia de prohibiciones y normas. Además, la 'nueva pintura' se caracterizó por el asentamiento del 'estilo del no estilo', una heterogeneidad promovida por S. Polke o G. Richter, entre otros, junto con otra constante, la fragmentación, que Miquel Barceló definió como elemento necesario para su pintura: 'Quizá prefiero una mirada de un pintor como Dokoupil, una mirada fragmentaria, muchas miradas rápidas y poco profundas, o en todo caso muy bien elegidas... El fragmento como manera de construir es un producto absolutamente acultural, de una cierta dinámica de vídeo incluso... Así el fragmento se convierte en algo importante para mi vida' Esta heterogeneidad de estilos junto con la fragmentación y el primitivismo (o la evocación de la época primitiva) entre otros aspectos, impregnan este retorno a la figuración invocado en España por artistas como, Miquel Barceló, Maria Carbonero, Ferran García Sevilla, Charo Pradas y Antón Patiño, artistas representados en la colección de Es Baluard y que ilustran el inicio del recorrido planteado en 'Fragmentos pictóricos'.

 

El inicio del recorrido plantea las propuestas del pintor mallorquín Miquel Barceló (Felanitx, Mallorca, 1957). Formado en la Escuela de Artes y Oficios de Palma de Mallorca, se traslada en 1974 a Barcelona para estudiar Bellas Artes en la Universidad de Barcelona. Su primera exposición individual tuvo lugar en el Museo de Mallorca en 1976, titulada 'Cadaverina 15' y en la cual presentó cajas de madera que contenían materias orgánicas en proceso de descomposición (ese interés por la materia se mantiene constante en años posteriores cuando él mismo mezcla diversos componentes para recrear con una mayor realidad sus obras).

 

A finales de los setenta, Barceló conoce la obra de los expresionistas norteamericanos Jackson Pollock y Cy Twombly, y trabaja en la vertiente abstracta con técnicas propias de la corriente norteamericana como el dripping y subrayando la presencia de la materia, una clara influencia de Tàpies y su admiración por Miró su propuesta pictórica 'radical' como Barceló la definió. Ya en los ochenta, Barceló introduce la animalización de la figura humana, la pincelada ágil, el movimiento enérgico, a través de temas y géneros clásicos de la Historia del Arte como el bodegón con otras temáticas de carácter más personal como es el caso de las bibliotecas. Las obras Moc, jo, constipat (1982) y Venus Bruta Sentita (1982), sin apenas perspectiva, presentan sendas figuras en un primer plano; mientras en la primera obra, la figura es recortada por los límites del lienzo, la segunda aparece de cuerpo entero aunque de forma esquemática. Ambas obras reflejan esa 'figuración animal' que domina sus pinturas de 1981 y 1982, de formas angulosas que subrayan el valor expresivo del color.

 

Siguiendo en esta misma línea, Antón Patiño (Monforte de Lemos, Lugo, 1957), fundador del grupo Atlántica e influido por A. R. Penck y G. Baselitz en especial, despliega el color y su carga expresiva, esta vez unidas a la tradición y mitologías gallegas. La obra Sin título realizada en 1984, conjuga una composición sencilla, cuyo fondo neutro hace resaltar más si cabe el protagonismo absoluto de los dos personajes que entremezclan la cultura primitiva africana junto a la tradición del románico gallego. El personaje central de esta obra, acompañado de un 'tótem', es una de las variaciones de la figura imaginaria creada por Patiño, la Mexona, tema sobre el cual trabaja entre 1980 y 1984 principalmente.

 

Una de las figuras destacadas de la década de 1980 es Ferran García Sevilla (Palma de Mallorca, 1949), cuya trayectoria artística arranca en Barcelona, ciudad donde se trasladó para estudiar Historia e Historia del Arte a finales de los sesenta y donde reside desde entonces. Al contrario que Barceló, Patiño y otros artistas surgidos en este período, García Sevilla se adentra en la nueva década con un trasfondo artístico a tener en cuenta ya que sus inicios, en los setenta, están ligados al conceptualismo, corriente establecida en Catalunya desde finales de los sesenta y que pregonaba el abandono del objeto en favor del concepto y el rechazo de las disciplinas tradicionales para dar paso a nuevas prácticas artísticas.

 

Desde finales de los años setenta, García Sevilla se desliga de la corriente conceptual, empieza a dibujar y paulatinamente adopta la pintura como medio artístico en 1979. Su obra se adentra en la búsqueda en su propio subconsciente de nuevos significados, el primitivismo, sirviéndose de signos arcaicos y símbolos universales (acercándole a la obra de Penck, Baselitz, Paladino), el goteo y la pincelada rápida, los cuales combina al final de la década con la incorporación de frases irónicas y la introducción de objetos cotidianos, para trabajar la libre asociación entre el signo y la imagen. Amante de las culturas universales, las reinterpreta dándoles un nuevo significado, estimulando nuestra imaginación, oscilando entre códigos figurativos y abstractos, como es el caso de la obra Adan i Eva (1980). García Sevilla recoge un tema tradicional en la Historia del Arte que, sin embargo, reinterpreta según su propio 'yo' a partir de dos imágenes fragmentadas.

 

Las dos figuras, captadas de forma esquemática sobre un fondo monocromo y una paleta reducida de colores (característicos de sus pinturas de 1980 y 1981), se ven cubiertas de signos en el caso de Adán, y de restos de pintura que gotea en el caso de Eva, de forma rítmica y equilibrada.

 

La figura de Charo Pradas, pintora nacida en Teruel en 1960 y por tanto, la más joven de este primer núcleo de obras de la exposición, es otro ejemplo de esa entrega al medio pictórico a través de la figuración, aunque a partir de la segunda mitad de los 90 se decanta por la abstracción geométrica centrada en un único motivo, el círculo. Pradas en sus obras realizadas entre 1985 y 1986 como, por ejemplo, La siesta, 1985, plantea una figuración de carácter onírico, afiliado al surrealismo, donde las figuras, de carácter animal, se encuentran 'suspendidas' en un fondo carente de perspectiva.

 

La práctica figurativa también tuvo eco en Mallorca en la primera mitad de la década de los ochenta: Maria Carbonero (Palma de Mallorca, 1956) que después de sus inicios dedicados a la investigación en torno a la abstracción, finalmente adopta una plena figuración desde 1985 en adelante. Con influencias del arte abstracto norteamericano, realizó entre 1983 y 1986 una serie de obras que entremezclan la figuración y la abstracción, dedicada a la tauromaquia. La obra Sin título (1984), forma parte de esta temática y en él representa, por medios de trazos vigorosos y una paleta reducida de colores, la figura de un torero, la cual se intuye junto a la capa.

 

Este retorno a la figuración, no obstante, no fue seguido por todos, al contrario, hubo otras propuestas alternativas a ella tan importantes como las de José Manuel Broto y Xavier Grau, quienes se inclinan por la propuesta abstracta en esta época. El pintor J. M. Broto (Zaragoza, 1949), artista que reside y trabaja en la actualidad en Mallorca principalmente, adoptó al principio de su carrera la figuración pero la abandona por una abstracción con influencias del expresionismo abstracto americano, eliminando progresivamente a partir de su traslado a París en 1985 de cualquier referencia figurativa para decantarse por la abstracción lírica, tal y como plasma en la obra Sin título realizada en 1984: un generoso campo de color azul vibrante cuya expresividad se acentúa por el trazo de pintura blanca que gotea y fluye dominando la composición, junto a una mínima reminiscencia figurativa plasmada en la figura geométrica apenas esbozada.

 

Compañero de J. M. Broto en el grupo de Trama (surgido inicialmente en Zaragoza y que se trasladó después a Barcelona a principios de los setenta), Xavier Grau (Barcelona, 1951) compartió con Broto, Gonzalo Tena y Javier Rubio la defensa de la práctica pictórica como ejercicio autónomo, inspirados en el movimiento francés Support-Surfaces. Después de la disolución del grupo, la obra de Grau evoluciona de la geometrización y la monocromía hacia una pintura vitalista y gestual, también influenciada por el expresionismo abstracto americano, tal y como nos muestra la obra titulada La parada (1981).

 

La década de los noventa, en líneas generales, se caracteriza por un mantenimiento de la pintura más por tradición que por eclosión, sin esa euforia de la década anterior y en clara competencia con otros lenguajes artísticos que toman protagonismo en la escena plástica nacional (la fotografía, la escultura, el vídeo o la instalación. Durante estos años, la pintura, caracterizada por un enfriamiento de los neoexpresionismos, verá como algunos de los artistas que habían protagonizado en la década anterior la enérgica instauración de la figuración cambian de dirección hacia caminos más cercanos a la abstracción, mientras otros artista plantean la pintura desde otras perspectivas.

 

Si bien todos los artistas representados en este ámbito reivindican la pintura como forma de creación, en algunos casos adoptan al mismo tiempo otros leguajes plásticos como, por ejemplo, Luis Gordillo y la fotografía, Rafa Forteza y Guillem Nadal con la escultura o Miquel Barceló con la escultura y la cerámica, mientras que otros, como José María Sicilia, Erwin Bechtold, Ramon Canet, Miguel Ángel Campano se dedican a la pintura de forma exclusiva.

 

A medida que avanzaba la década de los ochenta, Miquel Barceló fue cambiando la pincelada rotunda y el tratamiento formal de sus obras, dejando de lado cada vez más los elementos narrativos. Aunque mantuvo gran parte de las temáticas trabajadas anteriormente (el paisaje, la figura humana, los animales, el bodegón...), continuó desarrollándolas pero dándoles un tratamiento diferente que irá diluyendo en un proceso de simplificación. Esto desembocaría, en primer lugar, en su conocida serie 'Holes' de 1987 y un año más tarde, tras su primer viaje por el Sahara desde Argelia hasta Malí, en el inicio de la serie 'cuadros blancos'. Bodegon avec vernis de 1989 pertenece a esta serie donde la materia y la textura son las protagonistas, incluso más que en obras de años anteriores, aunque con un tratamiento muy suavizado, consiguiendo el efecto de transparencias, tanto por los materiales utilizados como por el tratamiento de los mismos, creando superficies en las que mediante la intervención del azar, la forma le sugiere los objetos: frutas, plantas, insectos o animales a través de pequeñas protuberancias, grumos o espacios líquidos. Obras con profundidad espacial, con muchos matices, en las que es evidente la preocupación de Barceló por el tema de la luz.

 

Esta misma preocupación, aunque a través de soluciones distintas, es compartida por su compañero de generación José María Sicilia ((Madrid, 1954). Las obras de Sicilia se diferencian de las de Barceló al llevar de forma implícita una solución más austera. Sicilia se establece en París a principios de los 80, ciudad en la que comenzó su trayectoria con obras vinculadas al neoexpresionismo. Son obras de carácter figurativo (coincidiendo con la eclosión de la pintura figurativa de esos años), de gran formato y organizadas en series que representan paisajes urbanos u objetos cotidianos, normalmente de uso doméstico, fruto de un tratamiento matérico y gestual por medio de trazos vigorosos y dinámicos y acompañados de una saturación cromática. Coincidiendo con su traslado temporal a Nueva York, en 1985, su pintura sufre un cambio de estilo, dejando de lado los motivos figurativos pero manteniendo el gusto por la materia y por las texturas las cuales se convertirán en fundamentales.

 

Será a finales de esta década y a principios de los 90 cuando empieza a trabajar las superficies blancas, con texturas muy ricas, resultado de su preocupación por el estudio de los efectos producidos por la luz. Ello le conduce a experimentar con materiales poco convencionales como la pasta acrílica mezclada con cera y polvo cerámico como en la obra expuesta, Sin título de 1989, en la que la materia empleada le otorga una textura rica en matices que nos remiten a la preocupación por la estructura de la luz. En la siguiente década, con la serie centrada en los motivos florales, continúa evolucionando y mantiene la investigación en torno a la luz mientras muestra un nuevo interés por el color, usando como material la cera virgen depositada en capas, mientras el motivo, la flor, se diluye.

 

Como ya hemos mencionado anteriormente, en el panorama de la pintura la década de los 90 se ha caracterizado por el protagonismo adquirido por la abstracción siendo muchos los autores que vivieron esa euforia por la figuración en los años 80 y que en la década siguiente decidieron cambiar de registro, decantándose por la abstracción: Erwin Bechtold, Ramon Canet y Miguel Ángel Campano, son ejemplos de la vertiente abstracta geométrica, mientras que la abstracción gestual y matérica con reminiscencias de la figuración está representada en dos obras de los artistas mallorquines Rafa Forteza y Guillem Nadal. Junto a ellos, la particular visión de Luis Gordillo, precedente de la nueva figuración madrileña nacida en los setenta y que se decanta desde los ochenta por la abstracción concebida a través de recursos como la multiplicidad o la superposición.

 

Erwin Bechtold (Colonia, Alemania, 1925), alemán de nacimiento, se instala en Ibiza en 1954, en plena etapa informalista, después de haber vivido en París y en Barcelona. Vinculado desde sus orígenes al lenguaje abstracto, funda en la isla el Grupo Ibiza 59 cuyos miembros adscritos a la abstracción investigaban con las formas y sobre todo con las texturas. En 1966, abandona las formas orgánicas e introduce por primera vez elementos geométricos, centrándose en los medios expresivos, materia, color, forma, línea, espacio y composición. No es hasta 1987 cuando empieza a trabajar la relación ángulo/ superficie/ espacio, como demuestra en Bild Fläche in der Fläche, obra realizada en 1990 y que es un claro ejemplo de su característico lenguaje pictórico, basado en la superposición, en este caso de superficies de carácter geométrico, que el artista crea a partir de la materia.

 

Otro artista que trabaja en los parámetros de la abstracción geométrica es el pintor mallorquín Ramón Canet (Palma de Mallorca, 1950), que comienza su trayectoria a principios de los años 70 con obras adscritas a la vertiente figurativa pero que a lo largo de la década evoluciona hacia la abstracción. En 1976 sus obras abandonan el lenguaje figurativo para centrarse en el gesto y la materia, evolucionando en la década de los ochenta hacia una pintura de gestos rápidos, con colores vibrantes que dan preponderancia al negro, el color dominante en esa época. Es a partir de 1995 cuando Canet centra su trabajo en la experimentación de los collages, a través de la confrontación entre los papeles recortados y a menudo pintados y los fondos muy elaborados, tal y como refleja la obra Sin título de 1995. Es una obra geométrica que analiza la contraposición del fondo y la forma, carente de cualquier intención narrativa, que en los últimos años ha ido depurando al máximo, simplificando la composición y la materia.

 

Miguel Ángel Campano (Madrid, 1948), es otra de la figuras destacadas de la pintura española desde los años ochenta. Sus inicios se encuentran vinculados al constructivismo y la abstracción geométrica, así como también al grupo de Cuenca (Gerardo Rueda y Gustavo Torner), pero da un giro completo a su obra cuando reside en París entre 1976 y 1977, aunando la influencia del expresionismo abstracto norteamericano junto con las tradiciones literaria y pictórica francesas (Poussin, Rimbaud...). Las referencias históricas son características de sus pinturas realizadas a lo largo de los ochenta, pero esto cambia cuando llegamos a la década que nos ocupa, los noventa, cuando elimina todo elemento figurativo y cualquier referencia temática y reduce la paleta a dos colores, el blanco y el negro, para crear composiciones de marcado carácter geométrico, como evidencia SUBASH 20.9.94 (1994). La composición, de gran formato, perfectamente equilibrada, conjuga el efecto visual que resulta de la unión entre los dos colores contrarios y la imperfección de las formas geométricas (el círculo y el punto son elementos característicos de estos años). Fue realizada el mismo año en que Campano viaja por primera vez a la India; la experiencia vivida si bien no se refleja a nivel formal, sí que es evidente a través de los títulos de las obras de estos años, procedentes de las personas y lugares que fue conociendo en sus viajes, como es el caso de SUBASH.

 

Un artista que une en claro diálogo las dos corrientes, abstracta y figurativa, es el mallorquín Rafa Forteza (Palma de Mallorca, 1955). Su trayectoria artística arranca principios de los años 80 con un trabajo desarrollado en torno a la abstracción gestual incluyendo a su vez referencias figurativas, una abstracción que poco después abandona para adentrarse en la corriente neo-expresionista.

 

Ya en la década de los 90 comienza una nueva etapa en la que la figuración está ausente, las texturas y el trazo matérico quedan relegados y trabaja iconografías de carácter circular con un gesto contenido y mínimo. Sin embargo, a partir del año 2000, la obra de Rafa Forteza recupera la materia y el juego de texturas, rasgos plasmados en la obra de gran formato Llum+Llum 1 (2001). Esta obra, abundante en cuanto a materia que deviene en campos de texturas, densas masas e incisiones, recupera a nivel iconográfico dos elementos figurativos constantes en su universo pictórico: los signos escritos y el rostro. Los signos escritos, palabras que va repitiendo constantemente (piedra, en este caso), aparecen junto al rostro humano, esquematizado y concebido como reflejo del propio espectador.

 

Además de R. Forteza, otro artista que se decanta por la abstracción matérica es Guillem Nadal (Sant Llorenç des Cardassar, Mallorca, 1957), que comienza su trayectoria a mediados de la década de los 80. Durante estos primeros años también se valió tanto de la abstracción como del lenguaje figurativo para realizar su obra, una obra que ha evolucionado hacia una abstracción gestual y matérica. Emplea materiales poco convencionales como cenizas, plantas, tierra... sobre los que interviene mediante el hierro, el fuego, ramas de árboles, todos ellos elementos procedentes de la naturaleza que ya han perdido su energía como tales. A partir de todos estos elementos de la propia naturaleza, interpreta el tema de la muerte y la vida (crea un paisaje a partir de materiales destruidos propios de la naturaleza).

 

A medida que evoluciona, renuncia progresivamente al color hasta que este se convierte en un elemento accesorio, llegando a obras monocromas dominadas a menudo por el negro. En Mogador II (1999) la presencia de la materia es importante, aunque todavía no ha llegado a la consecución del efecto matérico al que llegará más adelante. Sobre un fondo abstracto, de suave textura sitúa en el centro de la obra un elemento totalmente realista, el esqueleto disecado de una salamandra, que ha sufrido el proceso de la destrucción acompañada de la palabra 'terra' (tierra) repetida varias veces; este uso de la palabra como elemento pictórico también es empleado como recurso en la obra de Rafa Forteza.

 

Abriendo el paso al nuevo siglo XXI, la selección recoge la obra de Luis Gordillo (Sevilla, 1934), artista cuya obra ocupa un lugar destacado en la pintura española desde la década de los 60. Como decíamos al principio de este texto, la figura de Luis Gordillo es fundamental para entender el resurgir de la figuración en la década de los sesenta, convirtiéndose en referente de las generaciones posteriores, como por ejemplo, la Nueva Figuración Madrileña. Gordillo, ha sabido asimilar a lo largo de su trayectoria nuevos lenguajes, adelantándose incluso a la implantación de los mismos, formulando un lenguaje propio, rico y complejo cargado de reflexión, humor e imaginación.

 

A finales de los años cincuenta coincidiendo con su estancia en París, Gordillo entra en contacto con el informalismo, el automatismo expresivo y el gestualismo, evolucionando en la década siguiente hacia una figuración con elementos derivados del pop norteamericano, utilizando fotografías procedentes de la publicidad y de los mass media. Original y difícil de clasificar, a partir de los ochenta, su obra se vuelve más compleja, orgánica y celular, caracterizada por la repetición y multiplicidad de imágenes para crear una tensión a través de recursos como la construcción, la superposición y la duplicación. En las obras más recientes, como Gap Perspectivo B (2000), un políptico donde aplica la superposición y repetición de un mismo motivo junto con la degradación de un mismo color, las formas y colores fríos del mundo tecnológico se someten a la ironía de la pintura de Gordillo, llevándonos al espacio de la duda con formas y células de color fragmentadas.

 

Después de una década en la que la importante presencia de soportes no pictóricos en la escena artística dejaba a la pintura relegada en un segundo plano, con la entrada del nuevo milenio vemos como surge una nueva generación de artistas que adoptan de nuevo la pintura como medio de expresión. Una figuración narrativa como la que plantean Miki Leal, Nicholas Woods y Abraham Lacalle (este último, a través de metáforas a medio camino entre la abstracción y la figuración), y Victoria Civera que nos remite a una figuración 'inventada' centrada en la iconografía femenina, cierran el recorrido planteado, como representantes de la nueva figuración que se desarrolla desde el año 2000 en adelante, y que siguen reafirmando el valor de la pintura en la actualidad.

 

La conciliación de las vertientes abstracta y figurativa se encuentra en la figura de Abraham Lacalle (Almería, 1962). Artista formado en Sevilla, comienza su trayectoria en la segunda mitad de los 80; perteneciente a una nueva generación de creadores que encuentran en la pintura una forma de expresión narrativa, Lacalle defiende el valor del contenido en la obra y en especial, la literatura como fuente para la creación de imágenes. La pintura de Lacalle contiene referencias a grandes maestros como Duchamp, Picasso o Mondrian y claras referencias a Luis Gordillo, reflejados en la utilización de elementos orgánicos a los que contrapone elementos geométricos.

 

Sus obras, con una especial subjetividad en el tratamiento del color, están fragmentadas en planos geométricos claros, como compartimentos, creados a partir de un orden estructural, en los que introduce figuras y signos. Estos compartimentos los podemos relacionar con uno de los temas recurrentes en su obra: la relación interior/exterior, que viene dado por la idea de protección y el miedo al exterior.

 

Esto en contrapartida se une a otro tema que ha sido de capital importancia como generador de su trabajo, el viaje, entendido este como la manera de relacionarse y encontrar al 'otro'. En clave de metáfora encontramos el tema del viaje en la obra Desbandada (2003), en la cual vemos claramente una bandada de pájaros que emprenden el vuelo, la emigración. El resto de 'compartimentos' están dedicados a imágenes extraídas directamente de la realidad (un revólver, un pimiento y un pez, haciendo un guiño a la realidad social de la que Lacalle inconscientemente se permeabiliza, aunque desde una perspectiva irónica), y a imágenes que nos remiten a la abstracción de carácter geométrico, planos, sin violencia gestual.

 

El uso de las líneas horizontales y verticales que A. Lacalle desarrolla en su obra Desbandada, también se encuentra en la pintura de Nicholas Woods (Virginia, EEUU, 1971), titulada Ghost rider (2010). Sin embargo, en este caso nos enfrentamos a una obra totalmente figurativa, donde se pueden observar detalles, sin que se produzca un abuso de ellos; un paisaje mediterráneo, delicado, quieto; escenario solitario incluso desértico, - una antigua fábrica de Sóller-, donde una figura fantástica, casi humana, es la encargada de introducir la acción en un ambiente totalmente estático.

 

La paleta cromática aunque no excesiva destaca por su fuerza, de forma ligera y luminosa, conseguida por el uso del polímero sintético, material que proporciona un efecto ligeramente aguado y de cierta transparencia. Nicholas Woods, nacido en vive entre EEUU y Mallorca, inicia su trayectoria artística en 1999 trabajando junto a la artista Mònica Fuster en obras mayoritariamente site-specific, muchas de ellas de carácter efímero. A partir de 2004, ya en solitario, profundiza en el género del paisaje inventado o real, con personajes fantásticos o incluso prescindiendo de ellos, unido al interés por el lenguaje de la pintura (acuarela, óleo, polímero sintético) y del dibujo.

 

Al igual que A. Lacalle, Miki Leal (Sevilla, 1974), a medio camino entre la abstracción y la figuración, utiliza como soporte el papel y como técnica la acuarela y el acrílico que le permite el acto de sugerir y disfrutar de la pintura como medio y no solo de la historia que esta pueda contar. Desde finales de los años 90, Leal opta por contar historias, narraciones aunque en la actualidad también apuesta por las sensaciones para que cada espectador, cuando contemple las imágenes, traduzca las emociones según su propia experiencia, poniendo especial interés en el paisaje como tema, un paisaje inventado por el artista, cuya referencia topográfica con el paisaje de partida le viene dada únicamente por el título.

 

Los temas tratados en las obras de Miki Leal parten de su propia vivencia y están relacionadas con diversas fuentes: cine, literatura, viajes y de manera especial la música... una especie de 'cuaderno de viaje' en el cual se inspira para crear las obras. En el caso de la pintura La obra maestra desconocida (2009), Leal reinterpreta el personaje de Frenhofer de Honoré de Balzac en la novela del mismo título, atraído por esta obra literaria al igual que hicieron Picasso y otros artistas. La representación del artista obsesionado por conseguir la perfección, una cualidad generadora de la insatisfacción creativa, la anhelada lucidez de un pintor que ya no ve nada en el cuadro más que color, manchas, trazos... El interés de Miki Leal no radica tanto en el personaje del artista en sí, sino más bien por 'la obra maestra desconocida', la obra que, sin ser perfecta, sea el resultado más cercano al pensamiento del artista.

 

La mirada femenina dentro de este tercer y último grupo, la encontramos en la artista Victoria Civera (Port de Sagunt, Valencia, 1955), que se mantiene desde los ochenta dentro del campo de la figuración. Después de su traslado a Nueva York, su obra adquiere un enfoque más íntimo, incorporando además nuevos materiales. En la década de los noventa, además de la pintura se adentra en las posibilidades que le ofrecen la escultura y la instalación. Civera hace referencia en sus obras principalmente al universo femenino aunque no desde una postura reivindicativa, sino como expresión de la sexualidad o la sensualidad femeninas, por medio del fetichismo, la ironía e incluso el humor, por ejemplo.

 

Uno de los elementos que introduce en su obra y se convierte en una constante desde 1980 es el círculo, bien como protagonista de la obra o como forma que le ayuda a delimitar y ensalzar sus narraciones íntimas, tal y como recrea en la obra Con Jumba (2010). La figura femenina (inspirada en imágenes procedentes de los mass media o como en este caso, inspirada en su hija) se erige en centro de la composición: una escena íntima, donde hallamos ese juego de tensiones habitual en la obra de Civera: la mujer atrevida, que refuerza su faceta erótica a través de la semidesnudez pero que, al mismo tiempo, es una mujer frágil y delicada.

 

 

 
Imágenes de la Exposición
Rafa Forteza, Llum Llum 1, 2001

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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