En tiempos convulsos donde vivimos experiencias traumáticas, sentimos los cimientos de nuestra identidad tambalearse ante un cambio evidente.
Y me refiero tanto a la identidad individual, como a la identidad que convierte la raza humana en unidad.
Seguramente es parte del tan nombrado ciclo vital, de la evolución de la especie, del cambio climático, de la crisis, del reparto desequilibrado de los recursos del mundo, de las guerras religiosas o no religiosas, de las dudas existenciales, del cambio de las relaciones personales, de la aparición de nuevas identidades sexuales, de la dudable sostenibilidad de los sistemas políticos y sociales que rigen el mundo, seguramente es consecuencia de todo un poco. Y, lo que también es cierto es que es la velocidad que el avance de las tecnologías ha imprimido a todo en nuestra vida probablemente acelera ese proceso de cambio que quizá estábamos acostumbrados a vivir más paulatinamente.
Nos falta tiempo para la...reflexión.
Reflexionemos.
Oliver Czarnetta encontró paseando por un mercadillo una caja de fotos antiguas de los años 50, 60 y 70. Eran imágenes que reflejan la vida de una familia en la República Democrática de Alemania. En la parte trasera de algunas de ellas figuraban ciertos detalles. Las examinó meticulosamente con una lupa y las fue colgando en la pared, dándoles un orden.
Claudio Garrudo, Toshiro Yamaguchi y Oliver Czarnetta plantean, tomando ese conjunto de fotografías como base, distintas ideas sobre el concepto de identidad.
Así, los tres artistas se aproximan de manera totalmente independiente, desde disciplinas diferentes -escultura, fotografía y pintura- a una misma premisa, estimulados por ese grupo de imágenes sobre el que se construye este proyecto.
Se origina así una profunda meditación sobre muchos de los conceptos básicos que conforman nuestra personalidad y a partir de ella nuestra relación con los demás y el entorno que nos rodea. La identidad individual, la identidad social, nuestra relación con el paso del tiempo, el ego, el Ku (concepto japonés del todo y la nada), el Big Black Nothing, la historiografía, la identidad fragmentaria...
La psicología define el autoconcepto, el yo, como un mismo concepto formado por dos identidades diferentes, la personal y la social. La primera viene dada por los rasgos específicos de cada uno que nos describen de forma objetiva -datos como el sexo, estatura, peso, etc, unidos a un sistema de valores propio-, es decir, es todo aquello que nos define como individuos. La segunda la adquirimos por la pertenencia a una familia y a un grupo social; por tanto, tenemos tantas identidades sociales como grupos a los que pertenecemos.
Esta doble composición de la identidad la convierte en una estructura dinámica cuya base es la capacidad de cada uno de seguir sintiéndose uno mismo a través de los continuos cambios internos y externos.
Esto no es más que un simple esbozo de un asunto que merece un profundo debate. Esta exposición plantea diferentes puntos de vista que podrían sentar las bases para ese debate.
Así, Oliver Czarnetta nos propone un trabajo sobre las líneas de identificación personal, el yo, el otro, los otros. representado en la serie Many one man, en la que reflecta la dirección que toma nuestra identidad.
Añade los Ecogramas con los que juega con el hecho de nuestro "ego oculto", ese ego tan evidente ante nuestros ojos que no lo sentimos cada día -tras cada imagen hay una persona escondida, aquel que hace la fotografía.
Y completa su propuesta con Focus, una serie que se recrea en un concepto inspirado en Lete -uno de los ríos del Hades cuyas aguas tenían un efecto en aquellos que las bebían de absoluto olvido. No somos un concepto fijo en el transcurso del tiempo, quizá sea más acertado decir que pareciera que el tiempo es un elemento continuo por el que nosotros nos desplazamos. Concluyendo que de alguna manera tenemos conciencia de la identidad porque tenemos memoria, sin ella sería imposible el propio reconocimiento.
Claudio Garrudo encuentra interesante el concepto de identidad fragmentaria Partiendo de un elemento básico de la identidad como son las huellas dactilares que simbolizan esa parte de la identidad personal perenne, inmutable, diversiforme y original nos muestra su trabajo en el que las trasladará a gran escala sin confesarlo. Bajo esta premisa Garrudo nos plantea un interesante diálogo entre la invariabilidad de su carácter y la variabilidad de la identidad que sufrimos a lo largo del tiempo. Su intención es reservar al espectador la oportunidad de crear su propia historia a través de sus fotografías.
Toshiro Yamaguchi nos acerca a un trabajo que parte del concepto japonés del Ku, doctrina básica del Budismo, para acercarnos a una visión sobre la identidad en su totalidad, como ente completo entre lo que es y lo que no es -y que no tiene que ser necesariamente personal. Buda establece que todo es interdependiente, nada es independiente por si mismo. Incluso niega el Ego, si no hay Ego, no hay otros. Así, todo y nada se convierten en uno sólo y no es posible la existencia de uno sin el otro. El arte, defiende, viene a convertir en visible esa parte que no se ve. Y aquello que apreciamos debe de adquirir una identidad que viene dada por la conciencia que de ello tenemos (el reconocimiento), la experiencia y el conocimiento que ya poseemos, lo que nos acercaría a los argumentos empírico racionales de Kant. El horizonte que nos presenta Ku, podría suponer una alternativa refrescante para el arte que nos llevaría a reflexionar, a reflejar esa parte del mundo que no está aún definida.
Imágenes de la Exposición
Claudio Garrudo, Blue Serie #1
Entrada actualizada el el 05 ene de 2017
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