La admiración de Hernández por la obra de Durero, Rembrandt o Goya 'es el punto de partida de un trabajo que compendia la disciplina, el vitalismo y la fuerza expresiva de estos tres grandes maestros del arte universal'. Toda su obra está llena de misterio y tensión en una atmósfera repulsiva pero hermosa. Sus figuras son grotescas, estando sus personajes decrépitos situados en arquitecturas ruinosas o en proceso de decadencia.

'Realidad y fantasía conviven paradójicamente, contribuyendo a la perplejidad del espectador'.

'Hernández es un perspicaz observador que no sólo analiza rigurosamente su entorno sino que se permite una sutil ironía a la hora de transustanciar lo observado, lo analizado en su plasmación gráfica. Su perfecto dominio de la técnica, su habilidad compositiva le permiten jugar con una escala tonal de efectos atmosféricos que, en el caso de su obra grabada, dota a sus estampas de soberbios efectos pictoricistas'.

José María Luna (El ... veneno del grabado)