Hasta el momento, Vicente Brito no ha sido adscrito a corrientes de opinión ni a movimientos. Se impone su independencia y una actitud poco común. Lo que sí ha dejado patente, el artista afincado en Granada, es la defensa espiritual de su pintura y su peculiar visión del mundo.

Nada es casual en la obra de Brito y nada se revisa. Tras una apariencia de obra inacabada, las telas del artista esconden aspectos muy cuidados y reflexionados por el autor. Una arpillera, generalmente, y sólidas pinceladas de pintura acrílica dan vida a la mayor parte de su producción artística. En sus composiciones, fluyen las pinceladas horizontal y verticalmente, entrecruzadas... y parecen trazos. De alguna manera, es el propio material quien decide y esboza la forma, en un marco de simetría aparente.

Sus composiciones son metáforas de su propio estado de ánimo, y de su constante diálogo con la creación. Cada uno de sus cuadros, afirma, encierra un mensaje único y personal. Por eso, nunca hay dos obras iguales.

El proceso creador del Vicente Brito halla su fundamento en la plena ocupación del espacio. En sus obras, afirma Santiago Amón, 'el dibujo se constituye en forma delimitadora del color, y el color, una vez concretado en tonalidad dominante, tiende a rebosar la forma de la que nació y a convertir en viva evanescencia del dibujo subyacente'.

En esta muestra que ahora acoge el Centro de Exposiciones CajaGRANADA Puerta Real, el espectador, tal y como describe Antonio Muñoz Molina, hallará 'Singapore, Barcelona, Uganda, Ángola, fatigados nombres escritos sobre los sacos de café, en la profundidad de las bodegas, nombres casi borrados y rotos, NGAPORE, números y extraños signos que casi no son palabras, UCCAO, resplandecientes nombres de un Ultramar más lejano que las fronteras del mundo, exaltados, aislados, abstractos como una caligrafía china: White Pepper, Cameroun, sirenas de los buques en la desolación de un anochecer que parecía exigirnos la vecindad del mar'.