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El gran resultado obtenido de esta simbiosis de Literatura y plástica se debe al hecho de que el pintor y escritor se conocieran, hablaran y se comunicarán consiguiendo así una mayor realidad.

Pedro Cano conoció a Italo Calvino en mil novecientos ochenta y cuatro, poco tiempo después el pintor se marcho a Nueva York donde estuvo viviendo cinco años, al año siguiente del encuentro Italo Calvino moría. Fue la mujer del escritor, Chichita quien le regaló a Pedro Cano un ejemplar del libro Las ciudades invisibles sugiriéndole que lo leyera con atención e intentará extraer material para su pintura.

Según las palabras del propio pintor: he llevado conmigo durante años este pequeño libro en mis viajes y empecé a hacer en los espacios vacíos apuntes que poco a poco me situaran en ... esta geografía de lugares inéditos, pero que tanto me recordaban otros lugares vividos…

El pintor comenzó este trabajo en una especie de cuaderno, donde la imagen no es el resultado de un diálogo con un lugar sino que le viene sugerida por la descripción de otra persona, en este caso, a través de la palabra de Italo Calvino. Visitó las ciudades que se describen en el libro como la ciudad de Diomira, Dorotea, Despina o Zirma entre otras.

Para llevar a cabo este trabajo, el artista utilizó cincuenta y cuatro hojas de papel hechas a mano y como única fuente de color, la acuarela. A la derecha de cada imagen, dos letras, que corresponden a la inicial de cada nombre-ciudad-mujer) extraídas de alfabetos, la mayor parte de ellos antiguos.