Descripción de la Exposición
Si en el siglo XIX asistimos al nacimiento de la fotografía, un medio que ha tenido un papel fundamental en la formación de nuestro imaginario visual y en nuestra memoria colectiva, en el siglo XX hemos sido testigos de su maduración y consagración como una de las bellas artes. En el siglo XXI, dicha historia aún está por concluir.
Hoy nadie duda de que la fotografía es uno de los medios de expresión más importantes en el mundo en el que vivimos. Desde sus inicios, la fotografía ha sido llamada a contar la historia de los individuos. Aunque Daguerre comenzó fotografiando entornos urbanos, fue el retrato el género más consolidado en esta nueva forma de capturar la realidad. El retrato fotográfico, inspirado en el retrato pictórico, añadió la posibilidad de la reproducibilidad, de la inmediatez, así como una mayor fidelidad a lo Real.
Por lo tanto, el retrato, en ciertos contextos y situaciones, es una herramienta semiótica muy poderosa, de reconocimiento social, generalmente cultivada como una forma de consagración y prestigio. Pero los retratos fotográficos están tan arraigados en la cultura visual contemporánea que a menudo pasan desapercibidos. Sin embargo, debemos recordar que el retrato proporciona la estructura visual sobre la que se construye la narración de la identidad del individuo.
En nuestra exposición, las fotografías serán consideradas documentos históricos, objetos iconográficos y objetos visuales con individualidad y relevancia propias. De este modo, cada imagen no sólo revelará su fuerza visual, su historia, sino también la compleja red de acontecimientos históricos, sociales, psicológicos e iconográficos que la sustentan.
Si, como afirma Roland Barthes en su libro La cámara lúcida (1980), el foto-retrato es un campo cerrado de fuerzas que se cruzan, comparan y deforman, y que ponen en cuestión la subjetividad misma del artista, debemos interrogarnos sobre una de esas fuerzas, es decir, aquella que colisiona con la idea que el fotógrafo tiene del retratado. La fotografía, por lo tanto, no es solo una imagen estática, sino un puente entre el presente y el pasado, entre la memoria del sujeto y la del fotógrafo.
Y debemos hacerlo porque quien posa para él es un personaje del mundo del arte, del mundo de la cultura, con connotaciones preexistentes que entrarán en conflicto con la mirada del fotógrafo, en su forma de observar al sujeto de su obra. Este tipo de fotografía está cuidadosamente elaborada hasta en el más mínimo detalle, siendo generalmente el rostro del retratado el centro de atención, donde la luz, como factor técnico, adquiere gran importancia. La relación entre el fotógrafo y el sujeto es crucial.
También es importante el contexto en el que se toman las fotografías, la Biennale de Venecia, uno de los eventos de arte contemporáneo más importantes del mundo. Aquí, el sujeto y el entorno se adaptan, creando una unidad de pensamiento.
A través de las fotografías de Graziano Arici, recorreremos las etapas más relevantes de la Biennale. Desde su reanudación en 1948 con una gran exposición de carácter recopilatorio a cargo de Rodolfo Pallucchini, con la presencia de los máximos exponentes de las vanguardias, como Dalí o Chagall, hasta la introducción del expresionismo abstracto en la década de 1950. A la Biennale también se le atribuye el mérito de haber introducido el arte pop en el canon de la historia del arte, al otorgar el máximo premio a Robert Rauschenberg en 1964.
Los artistas españoles están presentes en la fotografía de Arici desde la edición de 1948 hasta el nuevo siglo, desde Miró y Picasso hasta Cristina Iglesias y Miquel Barceló, pasando por Tàpies o Eduardo Arroyo. Veremos encuentros con personalidades relevantes como Eduardo Chillida, Joseph Beuys y Giuseppe Santomaso.
En definitiva, esta exposición es un viaje a través de la historia del arte contemporáneo, visto a través de la mirada de Arici.
Formación. 30 oct de 2025 - 11 jun de 2026 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España