Ningún código puede producir la nivelación o la homogeneización, el punto de enfoque que estabiliza la lectura. Las obras de arte escritas no pueden ser captadas; sus líneas de tropiezo formales son solo un señuelo. Lo que normalmente sería rechazado en el orden semántico, porque no entrega el signo o el significado pretendido, aquí se convierte en la condición misma de su existencia. Solo los formatos de expresión y comunicación que los contienen en una estructura dada son legibles.
Así es como Mirtha Dermisache trae al corazón de la escritura lo que Georges Didi-Huberman llama "el ángulo dinámico del conflicto". Cada forma escrita está potencialmente en conflicto consigo misma, dotada de otredad, incapaz de proporcionar un movimiento predecible al conjunto. Es la noción de la escritura como un aparato (del "dispositivo" francés) lo que se cuestiona "como una sacudida a la heterogeneidad": un espacio de trabajo (ing) caracterizado por las tensiones...y relaciones de las fuerzas internas. Podríamos comparar esta idea de escribir con las sugeridas durante el mismo período, en los años 1960-1970, por una amplia variedad de artistas como Bernard Réquichot, Christian Dotremont, Carlfriedrich Claus, Guy de Cointet, Irma Blank, Hanne Darboven, Gerd Leufert o incluso León Ferrari.
Entrada actualizada el el 20 jul de 2018
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