Exposición en Barcelona, España

Obra recent

Dónde:
Galeria Toni Tàpies / Consell de Cent, 282 / Barcelona, España
Cuándo:
31 ene de 2008 - 28 mar de 2008
Organizada por:
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición

Entrar en el universo de Antoni Tàpies es someterse cada vez a un ejercicio de confrontación visual y emotiva en el que las cosas parecen emerger directamente del caos original, como si aún no hubieran encontrado su lugar fijo en el mundo, como si no tuvieran intención de hacerlo. Un encuentro frontal con una de sus obras es un potente ejercicio de nuevo cuestionamiento que azota directamente esa tendencia persistente que nos empuja a todos a buscar la paz en el orden, el orden en el control, el control en la sumisión. Los gestos de Tàpies son fundamentalmente insumisos, indisciplinados, impulsivos y soberanos; su escritura, a su vez, se muestra libre de sus referencias o de sus orígenes. Los cuadros y dibujos de Tàpies son espejos de arena, de tinta y de papel que reflejan nuestra propia aprensión y nuestra propia resistencia al riesgo, que ... conversan con nuestra memoria visceral, que rascan, rompen y abren el caparazón protector de nuestro inconsciente individual y colectivo.

Todos sentimos el espacio húmedo y frío que hay bajo la terraza, el muro de cemento manchado de alquitrán que se hunde en la tierra que bulle de arañas. Las fórmulas matemáticas interminables en negro sobre el papel blanco, en blanco sobre el lienzo negro. El olor terroso de la primavera. Los dibujos en la arena, los dibujos en la pared, los dibujos en la nieve, los dibujos en el asfalto, los dibujos en la roca. Las grietas en la acera. Las cicatrices en un árbol. El pájaro encontrado muerto en un zarzal. El fango en el que uno se hunde. La arena húmeda que se modela con las manos. El miedo a la oscuridad, a la soledad, a lo desconocido, a la degeneración, a la muerte. La alegría de la soledad, del descubrimiento, del crecimiento, del amor. El río rojo que serpentea y que parte la tierra en dos orillas. Ojos que nos miran fijamente, ojos cerrados, tres 8 suspendidos en el vacío, dos 7 que se superponen, cruces, multiplicaciones, anulaciones, variables, huellas vacías de manos, libros, trozos de papel, una nube espesa de arena. Y no hay orden, y no hay paz.

Para encontrar el orden y la paz faltarán los títulos: Signe i mans (Signo y manos); Blanc i oval (Blanco y óvalo); Núvol i dibuix (Nube y dibujo); Collage del cartó (Collage del cartón). Estos breves enunciados claros y reconfortantes tienen el aspecto limpio de las cosas bien ordenadas. Tres 8; Dos 7; Lletra a (Letra a)… Son clasificaciones simples que flotan como pequeñas boyas para salvarnos de nuestro naufragio. Nuestros ojos identifican los signos y las manos, el blanco y el óvalo, la nube, el dibujo, los 8, el cartón pegado… Se aferran a ellos para descubrir una referencia salvadora. Pero a pesar de las apariencias, esas indicaciones apenas salvan, ya que son espejos sin azogue que reflejan el vacío de las palabras, la vacuidad de las explicaciones. ¿Cómo hacer un acto de fe ciega y creer que Quadrat ocre (Cuadrado ocre) es un simple cuadrado arenoso de color ocre, sin ver los brazos y las piernas que sobresalen del cuadro, sin ver las huellas de manos que lo hieren por cada lado, sin preguntarse si el óvalo que está suspendido sobre él es el sexo entre los muslos o el agujero que se abre al cortar una cabeza? ¿Hay que aceptar que esos 8 son cifras, que el gran signo rojo no es una serpiente ciega de largos dientes, atacada por manos invisibles que intentan atraparla?

Los títulos de las obras de Antoni Tàpies son pequeñas fórmulas mágicas, a la vez vacías y sarcásticas, que no ceden nada, sino que exigen ir más allá de las explicaciones y dejar atrás la tranquilizadora forma acabada. Exigen un desequilibrio, una apertura de los sentidos para sumergirse en una experiencia de la realidad menos dócil y previsible, mucho más directa y más profunda. Matemáticamente hablando, el total de la obra vale mucho más que la suma de sus partes y aún mucho más que el poder de las palabras para decirlo… Antoni Tàpies da a sus trabajos títulos que constituyen un anclaje verbal extremadamente concreto, elemental y directo a la vez, sin revelación y sin implicación en el desarrollo narrativo o evocador de la obra. Y es exactamente allí donde se sitúa una puerta en la que se invita al espectador a liberarse de la idea de un encuentro descriptivo, crítico y premeditado para enfrentarse a una experiencia material y espiritual abierta, y sobre todo no verbal. En cuanto al artista, a menudo se ha evocado su búsqueda para descubrir los misterios del universo, la magia de sus obras y la influencia que ha recibido del arte africano, de Oceanía o de la América precolombina. Sus gestos se han relacionado con los del arte oriental, y también con los del arte transgresor y urbano. Se ha hablado de hermetismo, de lenguaje secreto e interno, de fórmula matemática oscura, de arte sacro extrarreligioso armado de un misticismo secular… Desde luego, es evidente que la utilización de signos, de símbolos y de fórmulas incomprensibles estimula esa evocación de lo misterioso, de lo oculto y de lo esotérico. Sin duda, la referencia a los artes antiguos y primitivos, así como el fuerte poder evocador de los gestos de Antoni Tàpies, devuelven al primer plano referencias a las artes mágicas, proféticas y chamánicas. Pero los signos, los símbolos y las fórmulas, y también los objetos o las evocaciones, tendrán siempre un efecto mágico que estará en función del poder que uno esté dispuesto a otorgarles.

Tal vez la verdadera magia no está en el objeto terminado, sino en la ejecución misma de ese objeto. Es ahí donde reside la magia y donde Tàpies encuentra un espacio en común con las artes más antiguas, tanto con la caligrafía oriental como con el chamanismo y lo sagrado. Desde el momento en que adoptó una postura artística por la que rechazaba la producción de un trabajo considerado “académico”, basado en la resolución de problemas de naturaleza estética, Antoni Tàpies encaminó sus pasos hacia una búsqueda introspectiva. Esta inmersión profunda no es una inmersión “emotiva”, que se opondría a la inmersión “razonada” que dicta la academia, sino más bien una inmersión en el vacío, donde ni la razón ni las pasiones ejercen su poder. En el psicoanalista, en los fundamentos del taoísmo, en los budistas, en los adeptos de la meditación o de la oración, en los africanos, los orientales o los amerindios, e incluso en los corredores de coches, encontramos un estado de lucidez y de apertura extrema. Lo que se denomina la vigilia, el éxtasis, el lungta, es un estado de meditación profunda que consiste, sobre todo, en ser capaz de retirar el filtro de la palabra, en no nombrar las cosas, los conceptos y las emociones para vivirlos de forma simultánea. Las palabras ordenan, juzgan y critican; por desgracia, no están nunca en sincronía con el pensamiento y las intuiciones, van con retraso respecto a ellos. Retirando el filtro de las palabras, es posible alcanzar un estado preverbal, representado por ese lugar vacío, lleno de todo lo que es posible, que se denomina Tao, el Aleph, el mundo de los Espíritus, el lugar de antes del Verbo y del pensamiento puro.

Así pues, es posible percibir las cosas en su inmediatez y reaccionar a ellas con la misma inmediatez. Algunos utilizan la vigilia para obtener un crecimiento espiritual, mientras que otros, como Antoni Tàpies, se vuelcan en la materia para poder explotar su esencia primordial y transmitirle ese estado espiritual abierto y no crítico. Evidentemente, el ejercicio exige inicialmente un dominio profundo de su arte. También requiere una confianza absoluta en sus gestos, y aún el doble de capacidad de abandonarse y de ceder. El artista aprende a negociar con refinamiento el recorrido que se emprende desde el accidente espontáneo hasta los derrapes controlados. En este contacto con ese espacio intemporal libre de juicio y de prejuicio, se abren oportunidades de desarrollar un lenguaje nuevo en función de la materia, de su docilidad y de sus rebeliones. Ese lenguaje apela más a los sentidos y, en consecuencia, a la memoria y a las emociones. La obra se presenta abierta –no resuelta, según criterios más racionales– y evoca, cuestiona y confronta en lugar de resolver e imponer. La obra, nunca anecdótica, seguirá siendo intemporalmente elocuente. Por tanto, es ese objeto –figura africana, caligrafía china o dibujo de Tàpies– lo que transporta el sentido entre ese espacio que no existe, pero que está presente en todo, y el que la recibe. Al acercarse a la obra con el mismo espíritu abierto y al aceptar que existe fuera del lenguaje usual, la magia puede tener poder sobre nosotros, el poder que estemos dispuestos a concederle, en cualquier caso. Sin orden, sin paz ni consuelo, sino con embriaguez y sentimiento de libertad.

 

 
Imágenes de la Exposición

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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