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Homenaje al Greco

Este es el segundo homenaje que le dedico al Greco con motivo del cuarto centenario de su fallecimiento. El primero es el grupo escultórico de los doce apóstoles, en acero corten, que ha sido instalado frente a la Casa Museo de nuestro añorado artista.

Tras la muerte del Greco, a la edad de 73 años, el 7 de abril de 1614 tuvo lugar su enterramiento. Años más tarde se hizo el traslado de su cuerpo y, por una u otra razón, la inscripción de su lápida y sus restos pasaron a una condición de anonimato. Por desgracia, no hay ninguna certeza de que la osamenta del convento de Santo Domingo el Antiguo sea la del gran artista. Ese triste enigma ... ha sido el punto de arranque de inspiración para este cuadro y su título: 'Réquiem. 1614'. Esta obra pretende enaltecer el momento del enterramiento. Su dimensión (200 cm. de alto por 117 de ancho) tiene unas proporciones similares a las de sus grandes composiciones de última época. También propone algún paralelismo parafraseando similitudes con el entierro del Señor de Orgaz: el alma blanca es transportada hacia la Gloria. En mi cuadro se produce la ascensión de una lápida blanca, como si ésta fuera su ánima olvidada, mientras, en la oquedad lapidaria, en la que se ha depositado el cuerpo, se puede entrever un pie que asoma. Sólo alguna nota de color sanguinolento se escapa del blanco y negro que aporta el sentimiento dramático de su muerte terrenal.

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Oquedades y arquitectura

En la orografía la de los cuadros de mi última etapa ha tomado cuerpo la oquedad. Huecos, fosas; entradas o salidas de habitáculos emergen de una cuarta dimensión (aquella que no puede medirse): lo ignoto, lo temido por desconocido, el misterio de todo aquello que sólo intuimos se mece al borde de lo posible y de lo imposible. También, cuando integro una estructura geométrica en la geografía del cuadro, surgen las arquitecturas de mi mente. Y, aunque no se pudiera definir el espíritu de un sentimiento geométrico, todo puede ser expresado desde la intuición. Todo puede ser insinuado, adivinado o vislumbrado desde la imaginación. El cuadro esboza propuestas: tramas urdidas con texturas, relieves orgánicos o geométricos y busca que las tonalidades, supeditadas a imaginarias leyes de relatividad, se acoplen al fin último de desvelar lo desconocido. Pero, por encima de toda dificultad, la batalla se centra en conseguir un núcleo expresivo, un hecho que surja de los abismos sentimentales o de las cimas de la razón.

Nada más complicado que coordinar, reunir, entrelazar, transmitir o expresarse con vehículos plásticos de alta tensión: tonalidades acoplándose con texturas y relieves, estructuras arquitectónicas o escultóricas integrándose en la orquesta. En resumen, el encuentro y la unión de sentimientos plásticos. Armar o deconstruir, comprimir o simplificar, concentrar técnicas y conceptos estéticos que consigan, como fruto, una obra que comience y termine en sí misma. Todo, en definitiva, para que la pintura acoja en su seno (en la orografía de su espacio) al espíritu de la arquitectura y de la escultura.

Paco Rojas