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El éxito de la comunicación depende, más que de la claridad del mensaje, en la capacidad y la voluntad del emisor y el receptor. Cuando nos asomamos a una obra de arte, ese mensaje queda pendiente del entendimiento entre las partes.

Si hemos ido eliminando recuerdos y sustituido experiencias lejanas para hacer sitio a conocimientos frescos, la obra de Vall Karsunke nos transmitirá un mensaje formalmente expresionista, sencillo y directo. Si hemos almacenado y superpuesto los recuerdos de nuestra vida, la obra nos remitirá, a su vez, a una época en la que el colorido lo limitaba el volumen de la caja de lápices, en la que no costaba nada expresar y, al mismo tiempo, entender, mensajes de destreza particular, colorido más ... útil que realista y líneas más directas que imitativas.

En este caso, un mensaje protagonizado por figuras únicas sobre el lienzo no nos remite a la soledad: el arte está en la comunicación desde y hacia el lienzo. Las figuras sonríen para sí y para el espectador. ¿Qué esperamos, expectantes, frente a la escena? Recordemos lo fácil que era entenderse cuando el mundo era sencillo ante de entender las cosas.