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Si hace casi dos años ya, cuando exponía su serie metereológica ('Llueve tiempo'), en el texto que le dediqué, manifestaba mi sorpresa al comprobar que había gente, como el artista que nos ocupa, que en tiempos tan inciertos
... como los presentes, se embarcaba en la procelosa aventura en que consiste la pintura, ahora he de redoblar mi asombro. Y es que Ikella no solo sigue pintando sino que, no conforme con mantener la posición, emprende nuevos movimientos con tácticas arriesgadas y agresivas. En ambos casos se ha planteado asociaciones de disyuntivas paradójicas. En la exposición mencionada la dimensión temporal, el tiempo como dimensión, se asociaba al tiempo meteorológico, al tiempo 'que hace' confundido con el tiempo 'que pasa', haciendo visible una metáfora netamente poética en la que el paso del tiempo se convierte en un accidente climatológico. En ésta es el mapa el que se transforma en paisaje, cosa que, en sí no representa una novedad rigurosa pues ya los antiguos egipcios acuñaron una formula perspectiva en la que se integraba plano y alzado. No es ahí donde está, no ya la originalidad sino el peso de la propuesta. Está, más bien, en la elección del plano de una ciudad como el embrión del desarrollo plástico de la serie. Como podemos comprobar por los títulos de las piezas, las ciudades de marras son los lugares de nacimiento, las 'naciones' de los pintores considerados por el artista, clave de la historia de la pintura. Y como en aquella otra ocasión no me resisto a recordar un modelo que tenía el mismo sentido jazzístico de variaciones sobre un tema de su maestro Quejido en su serie 'Pensamientos'.
Ikella traspone el plano monócromo no como un alzado sino como una construcción cromática, como una edificación multicolor en una operación ingenieril enigmática. La propuesta es realmente un juego literario pues lo que dibuja es una operación laberíntica que tiene algo del esoterismo borgesiano pero que también recuerda las acuarelas que se transforman en puzzles en un itinerario postal, protagonistas de la fascinante novela La vida: instrucciones de uso de Georges Perec. El caso es que sea un extra promocional o una auténtica propedéutica Rousseliana, sea fórmula o mera máquina, el resultado pictórico es contundente: no son planos ni paisajes, son verdaderamente, las naciones de la pintura.
Juan Pablo Wert Ortega
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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