Actualidad 30 abr de 2025
POR DIEGO DEL VALLE RíOS
Ilustración de Génesis Valenzuela Valdez. Imagen cortesía de FelipaManuela
Una investigación impulsada por FelipaManuela, llevada a cabo a lo largo del 2021 y hasta el 2024, confirma que la diversidad en Madrid no es solo una "deuda pendiente", sino un campo de lucha política donde las instituciones participan de un sistema de exclusión.
Un estudio reciente sobre la diversidad étnico-racial en las instituciones culturales de la Comunidad de Madrid revela una brecha significativa entre el discurso inclusivo y la realidad. La investigación, impulsada por la plataforma FelipaManuela, fue realizada en 2021 por el politólogo Yeison F. García, director de Espacio Afro, y el sociólogo José Ariza de la Cruz. En 2024, la investigadora Jessica Figueroa Neikoleo junto a la directora de FelipaManuela, Andrea Pacheco González, ampliaron el estudio, extendiendo las encuestas a un mayor número de instituciones. El trabajo analizó la representación y participación de personas migrantes y racializadas en museos y centros de arte. Aunque Madrid es una ciudad diversa, los resultados revelan que esta diversidad no se traslada a los equipos directivos ni a la programación cultural. Esta situación resulta especialmente preocupante, ya que la toma de decisiones sigue concentrada en personas blancas, perpetuando así dinámicas de exclusión.
«Uno de los asuntos que empezó a ser recurrente en las conversaciones de nuestros programas de investigación curatorial era la homogeneidad o la falta de diversidad en los equipos de programación de las instituciones madrileñas. La visita a los museos y centros de arte, junto a sus directorxs o sus curadorxs, era muy apreciada por nuestrxs residentes pero cuando salíamos de ahí se repetían más o menos las mismas preguntas: Dentro de estas instituciones, ¿dónde está la gente afro, magrebí, asiática, latinoamericana, caribeña que ha migrado o que ha nacido en España? ¿Dónde están lxs profesionales del arte migrantes o racializados que viven en Madrid? ¿Y lxs profesionales gitanos? ¿La diversidad que se ve en la calle, en el metro, no permea estas instituciones más allá de su programación? ¿Hay una barrera, no solo de raza, si no también de clase para ser parte de una institución cultural en Madrid? Esta inquietud, compartida con tanta gente que pasó por FelipaManuela, la mayoría provenientes de Latinoamérica y el Caribe, fue lo que me motivó a impulsar este estudio en 2021 desde nuestra plataforma de investigación», comenta Pacheco González.
La segunda versión del estudio, publicado en 2025, se basó en una encuesta enviada a 23 instituciones (museos y centros culturales, de arte y cultura contemporánea), de las cuales solo 15 respondieron (65%).[1] «En este caso, al igual que sucedió en la primera edición, tan importante como la información que nos entregan las instituciones que deciden participar, es la que no se entrega por quienes deciden mantenerse fuera de la investigación», añade Pacheco González. Los datos, recabados con el apoyo de la Subdirección General de Museos Estatales del Ministerio de Cultura, indican que el 73% de estas instituciones no cuentan con personas migrantes o racializadas en sus equipos de dirección o programación. Además, solo el 27% tiene protocolos de contratación que promueven la inclusión étnico-racial. Así mismo, algunas de las instituciones encuestadas reconocen que el personal de limpieza y mantenimiento —usualmente no contratado directamente por la institución—, es el área donde se desempeña laboralmente la mayor cantidad de personas racializadas y migrantes. Estos datos, cargados de racismo y clasismo, contrastan con la composición multicultural de la sociedad madrileña, donde comunidades como la gitana, afrodescendiente, asiática, árabe y latinoamericana tienen una presencia histórica significativa.
En cuanto a la programación cultural, el 60% de las instituciones encuestadas percibe que la diversidad étnico-racial está poco o nada representada. Solo un 20% considera que existe una representación moderada. Esta falta de diversidad se extiende también al público: el 74% de las instituciones encuestadas afirma que no se fomenta adecuadamente la participación de personas migrantes y racializadas en las actividades culturales. Sin embargo, un 40% menciona colaboraciones con colectivos migrantes o racializados, aunque estas iniciativas suelen ser esporádicas y carecen de continuidad.
Esta situación coincide con los hallazgos del informe Conociendo a nuestros visitantes (2011) del Ministerio de Cultura y Deporte, que reveló que solo el 7,2% de los visitantes extranjeros de museos estatales residían en España, siendo mayoría los procedentes de países como Argentina, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. Llama la atención la escasa presencia de personas de países con mayor flujo migratorio a España, como Rumanía, Bulgaria, Ecuador, Bolivia o Marruecos, lo que sugiere, y se confirma con el estudio actual, que la falta de diversidad étnico-racial en la estructura institucional conlleva una barrera de acceso a los espacios culturales para estas comunidades.
Uno de los hallazgos más preocupantes es la escasa presencia de profesionales racializados en puestos de toma de decisiones. De las 99 personas que integran los equipos directivos y curatoriales de las instituciones encuestadas, solo 3 son migrantes o racializadas. Además, el 60% de las instituciones no aplica criterios de diversidad étnico-racial al adquirir obras para sus colecciones, lo que refuerza narrativas eurocéntricas y coloniales y un fracaso en términos de representación, visibilidad y críticas a la colonialidad. Como señalan en el estudio los encargados de analizar los datos, Yeison F. García y Abdiel D. Segarra López, esta omisión «impacta directamente en la construcción del sentido de pertenencia, definiendo quiénes tienen derecho a pensar, participar y crear en el ámbito cultural». Esta exclusión estructural no solo limita la incorporación de perspectivas diversas en la programación y políticas culturales, sino que adquiere especial gravedad en un contexto donde la ultraderecha —en España y Europa— promueve nacionalismos basados en la supremacía blanca a través de políticas y discursos que deshumanizan a comunidades racializadas y migrantes.
A pesar de estos desafíos, algunas instituciones han implementado proyectos destacados bajo criterios de diversidad, como colaboraciones con el Festival Afro Conciencia y el Colectivo Ayllu, exposiciones de artistas como Grada Kilomba (Museo Reina Sofía), Carla Hayes Mayoral (Museo Thyssen-Bornemisza) o Julio Zachrisson (Museo de Arte Contemporáneo de Madrid), o programas educativos centrados en la diáspora africana, pensamiento decolonial o masculinidades. No obstante, estas iniciativas suelen ser excepciones y no forman parte de una estrategia integral. El estudio también señala que las áreas menos inclusivas suelen ser las de conservación, dirección y comunicación, donde la homogeneidad racial es más evidente.
El análisis de los datos sugiere que las instituciones culturales madrileñas enfrentan resistencias internas para adoptar prácticas decoloniales y antirracistas. Según los investigadores, existe una desconexión entre el lenguaje institucional —que incorpora términos como 'diversidad' o 'decolonialidad'— y la implementación de medidas concretas. De esta forma, se banalizan discursos que buscan la radical transformación estructural de las instituciones como respuestas concretas contra el racismo, el patriarcado y el régimen cisheterosexual. Françoise Vergés, citada en el estudio, advierte que muchas de las iniciativas inclusivas de los museos son meros «escaparates» que neutralizan el potencial transformador de las luchas antirracistas y anticoloniales.
«Hay una cuestión clave relacionada con la experiencia vital, con la biografía, con la orientación como diría Sara Ahmed, que determina inevitablemente una práctica profesional», reflexiona Pacheco González. «El conocimiento encarnado parece haberse quedado atrapado en el papel, en publicaciones que adornan las estanterías de las instituciones. ¿Es posible pensar un museo con un programa feminista creado por un equipo exclusivamente masculino? Igual de complejo es entonces pensar un programa diverso desde un equipo que no ha conocido la experiencia vital subalterna. Necesitamos urgentemente que el sujeto hegemónico, como lo llama Carolina Meloni, que ha sido históricamente el hombre blanco, se calle, se aparte y permita que sean otros cuerpos los que hablen desde el enorme altavoz que son las instituciones culturales. ¿Serán capaces de hacerlo?”» añade.
Para avanzar hacia una mayor equidad, el estudio propone la creación de protocolos de contratación con perspectiva étnico-racial, la formación de equipos diversos en puestos de liderazgo y la co-construcción de políticas culturales con comunidades migrantes y racializadas. También destaca la importancia de documentar y visibilizar el trabajo de colectivos antirracistas, como la Cartografía de Diversidad Étnico-Racial de Conciencia Afro, herramienta que mapea iniciativas culturales lideradas por estas comunidades.
Así mismo, el estudio contrasta la situación de Madrid con la de otros países como Reino Unido y Estados Unidos, donde la recopilación de datos étnico-raciales ha permitido diseñar políticas más inclusivas. Por ejemplo, en EE.UU., el porcentaje de profesionales racializados en museos aumentó del 24% al 28% entre 2015 y 2018, aunque aún está lejos de reflejar la diversidad de la población. En España, la falta de datos oficiales sobre diversidad étnico-racial dificulta la implementación de medidas efectivas, a pesar de que organismos internacionales como la ONU han instado al país a mejorar en este ámbito.
En conclusión, el estudio evidencia que, aunque hay avances en el reconocimiento de la diversidad, aún queda un largo camino por recorrer para combatir el racismo en las instituciones culturales españolas. Su transformación requiere no solo gestos simbólicos, sino también cambios estructurales que redistribuyan el poder y amplifiquen las voces (sub)representadas. Como señala el informe, garantizar los derechos culturales para todas las personas implica un compromiso real con la justicia racial y la democratización de la cultura.
La disputa por el poder cultural: voces desde la crítica antirracista y decolonial
El estudio no solo expone cifras, sino que revela una batalla política por el significado de la diversidad en las instituciones. Para Yeison García y Abdiel Segarra, la inclusión étnico-racial no puede reducirse a «cuotas de representación» o gestos simbólicos. «Estamos ante una disputa por la redistribución del poder político y económico hacia comunidades históricamente subalternizadas», señalan. Los datos —como el hecho de que solo 3 de 99 puestos directivos estén ocupados por personas migrantes o racializadas— confirman, según ellos, que las instituciones operan como «herramientas de ordenamiento racial» que replican las jerarquías coloniales.
Fabián Villegas, curador y autor del ensayo Arqueología del presente que forma parte del estudio, profundiza en esta crítica al desmontar el mito de la neutralidad cultural. «Los museos son tecnologías de narración colonial, afirma. Su estructura blanca, eurocéntrica y jerárquica no cambia con talleres esporádicos sobre diversidad". Villegas destaca cómo las colecciones madrileñas —desde el Museo de América al Reina Sofía— siguen glorificando «la españolidad» mientras borran las memorias migrantes y racializadas. «¿Dónde están las obras que cuestionan el racismo estructural o el legado esclavista en España?», interpela.
Ambas perspectivas coinciden en que el problema trasciende a Madrid: es global y estructural. Villegas señala que, incluso en países con políticas multiculturales como EE.UU. o Reino Unido, los museos concentran su poder en elites blancas. «El 85% de las obras adquiridas son de artistas blancos, y en Latinoamérica apenas hay directoras indígenas o afrodescendientes», ejemplifica. Para García y Segarra, la solución pasa por «co-construir políticas con las comunidades", no desde la lógica institucional, sino desde "lo comunitario como espacio de autonomía y resistencia».
Un desafío urgente, concluyen, es romper con la «política de la desmemoria» que Villegas denuncia: «Las instituciones deben dejar de ser notarios del colonialismo y convertirse en plataformas de justicia epistémica». Mientras tanto, colectivos como Conciencia Afro o La Parceria —mapeados en el estudio— siguen tejiendo redes fuera de los museos, recordando que la verdadera transformación cultural nace desde abajo.
Entre las instituciones que participaron en la encuesta se encuentran: el Museo Arqueológico Nacional, el Museo de América, Museo Centro de Arte Dos de Mayo, Museo Cerralbo, Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, Museo Lázaro Galdeano, Museo Sorolla, Museo Nacional de Antropología, Museo Nacional de Artes Decorativas, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Museo Nacional del Romanticismo, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, CentroCentro Cibeles, Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque y La Casa Encendida. Información tomada del libro: «La diversidad étnico-racial en las instituciones culturales de la Comunidad de Madrid 2025», ed. Andrea Pacheco González (Madrid: FelipaManuela, 2025)
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