A Eduardo Arroyo (Madrid, 1937 - 2018) le resultaba sencillo simplificar su compleja obra, el inmenso compendio de lienzos, dibujos, carteles, esculturas y escritos que produjo a lo largo de más de medio siglo de trayectoria: ‘Para mí la pintura lo es todo, es mi propia vida’. Así definió él mismo el legado que deja tras su muerte, ocurrida ayer en su Madrid natal a los 81 años después de tres luchando contra el cáncer. 

Arroyo fue uno de los grandes maestros de la nueva figuración internacional y del pop art más político. Fue pintor, escultor, cartelista, dibujante y escritor, pero, ante todo, fue un artista contestatario. Fiel a sus ideales antifranquistas, gran parte de su trayectoria transcurrió en Francia, en un exilio que duró dos décadas y que sentó las bases de su arte. Hasta ahí llegó su desafío; en un París volcado en el informalismo, Arroyo apostó por un arte figurativo perennemente crítico. 

Tras la muerte de Franco, el madrileño volvió a España, donde se hizo un nombre tardíamente -en los años ochenta- tras haber triunfado ya en territorio francés. A lo largo de las últimas décadas, su país natal saldó la deuda artística contraída con Arroyo por medio de tres destacados reconocimientos: la concesión de la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (1999), la representación -junto a Andreu Alfaro- de España en la 46º Bienal de Venecia (1995) y una completa retrospectiva de su obra en el Museo Reina Sofía (1998).  

Otras importantes muestras que inauguró en España tuvieron lugar en el Museo de Bellas Artes de Bilbao (1993), el IVAM (2008), la Fundación Juan March de Palma de Mallorca y el Museo de Arte Abstracto de Cuenca (ambas en 2013). Ese mismo año se presentó una antológica de su obra en la galería madrileña Álvaro Alcázar, que ostentaba su representación y con quien inauguró el año pasado la exposición ‘Chapeau Arroyo’. 

No hay que dejar a un lado su faceta de coleccionista, que le llevó a reunir una importante cantidad de fotografías encontradas en mercadillos, rastros y brocantes. Su acervo personal se expuso en 2017 en el Museo Lázaro Galdiano como parte del festival PHotoEspaña. 

A su muerte, Arroyo deja vigente la última muestra de su trabajo en vida, ‘Tríptico: arte, literatura y teatro’, que abrió sus puertas en septiembre en el Torreón de Lozoya con motivo del Hay Segovia Festival 2018. La exposición, que se podrá visitar hasta el 18 de noviembre, ha sido comisariada por su colaboradora, Fabienne di Rocco, y profundiza en la multidisciplinariedad de un artista único. Era, como escribió Umbral sobre él, ‘un pintor con un propósito y un mensaje’.