Crítica 15 may de 2025
POR JAVIER LUMBRERAS
Muñecas hechas por Picasso para su hija, Paloma Picasso, como parte de la exposición Picasso: Tête-à-tête en la Galería Gagosian, Nueva York, 2025. Imagen cortesía de la galería y Estate of Pablo Picasso/Artists Right Society (ARS)
Javier Lumbreras reflexiona sobre la dualidad de Picasso: el artista cruel descrito por su biógrafo Richardson versus el creador emotivo de juguetes exhibidos en Gagosian NY. La muestra, con obras de Paloma Picasso, invita a repensar su legado más allá del mito.
Me fascina tanto como me disgusta la idealización del personaje. Quizás sea por eso, es difícil disociar estos conceptos, lo reconozco.
John Richardson es el biógrafo más importante de Pablo Picasso. El libro A Life of Picasso (a veces traducido como Una vida de Picasso) es una valiosa referencia. No sólo porque conoció personalmente a Picasso y a su entorno, sino porque dedicó más de 25 años a investigarlo y escribir sobre él, con un estilo apasionado pero riguroso. En sus libros, describe a Picasso como una personalidad magnética, divertida, generosa y cariñosa en ciertos momentos, pero también como alguien egoísta, manipulador y cruel—especialmente con quienes más lo querían. Richardson dijo algo así como que Picasso podía ser la mejor compañía del mundo, pero también la más hiriente si se sentía amenazado o simplemente aburrido.
El 17 de abril asistí en Nueva York a la inauguración privada de la exposición Picasso: Tête-à-tête en la Galería Gagosian, con su dueño, Larry, Paloma Picasso y Woody Allen, entre otros. La exposición estaba dedicada al epónimo artista español, y una sección en particular me capturó. Contrasta fuertemente con el retrato que hace quien lo conoció. Entre las obras —mayormente de la colección de Paloma, su hija— se mostraban juguetes a lo Joaquín Torres-García: soldaditos de madera o papel maché, donde Picasso lo dice todo con un mínimo gesto artístico. Y lo que sentí fue ternura. Esa capacidad de expresar lo más profundo por el camino más corto.
Siempre se dice que Picasso lo hizo casi todo (o todo en su época), influyendo a muchas generaciones y movimientos artísticos. Sin embargo, ¿Torres-García se le adelantó? Me tuve que frotar los ojos (algo que me pasa continuamente con una obra de este tipo). Creo que Picasso extrajo tanto como aportó. Al fin y al cabo, como dijo Ralph Waldo Emerson, “construimos nuestras vidas sobre los sepulcros de nuestros antepasados.”
Torres-García fue pionero en los juguetes de madera como arte, y empezó a diseñarlos ya en 1917, con un proyecto estructurado, pedagógico y estético. Picasso: más libre, espontáneo, emocional. Los hacía por ternura, por juego, no como una propuesta sistemática. Si bien bebió de Torres-García una idea ya sembrada —la del arte como juego, del objeto simple como portador de emoción y forma— no lo imitó, pero sí resonó con él.
No estoy buscando la paja en el ojo ajeno, ni desmitificar al genio. Sólo intento humanizar al esqueleto, que está sujeto a prejuicios humanos de toda índole y que, en el fondo, es lo que menos importa en el arte. Porque una obra maestra goza de autonomía emocional y significativa, ya que —como decía Goya— el tiempo también pinta.
Mis respetos a Richardson, pero yo me quedo con la obra. Sin intermediarios, sin traducciones semánticas de la expresión artística, y mucho menos del personaje.
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