Actualidad 22 may de 2025
POR REDACCIÓN AI
Imagen vía el Museo Palacio de Bellas de Artes
México registró 51.5 millones de visitas a museos en 2024, según el INEGI, pero el aumento contrasta con el recorte del 3.7% al presupuesto cultural. La falta de apoyo institucional, la precarización laboral y la centralización en CDMX, Nuevo León y Edomex revelan desigualdades profundas en el acceso a la cultura.
El reciente informe del (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) INEGI sobre la Estadística de Museos 2024 revela un panorama cultural lleno de claroscuros para México. Por un lado, se registra un aumento alentador de visitantes: 51.5 millones de personas atravesaron las puertas de los museos mexicanos el año pasado, lo que representa un crecimiento del 6.2% respecto a 2023. Sin embargo, esta aparente buena noticia se ve opacada por una realidad preocupante: mientras el público muestra interés creciente por estos espacios culturales, el apoyo institucional y presupuestal a los museos sigue disminuyendo de manera alarmante, como lo han documentado diversos medios especializados.
La situación financiera del sector cultural mexicano es alarmante dado que el gobierno federal implementó un recorte del 3.7% al presupuesto de cultura para 2025, continuando una tendencia de austeridad que se mantiene desde hace dos sexenios. Ante ello, llama la atención la ausencia de un reclamo organizado por parte de los directores de los principales museos públicos del país. Esta reducción presupuestal, documentada por Animal Político, afecta directamente la capacidad de los museos para mantener sus instalaciones, actualizar exposiciones y garantizar condiciones laborales dignas, situación que El País describió como una mera «subsistencia» del sector entre ajustes financieros y cancelaciones de proyectos. Frente a este escenario, la única iniciativa notable ha sido la Asamblea de Artes CDMX, un esfuerzo comunitario que busca fortalecer los derechos de les trabajadores culturales e incidir en las políticas culturales, pero cuyo alcance resulta limitado ante la magnitud de la crisis que enfrentan los museos a nivel nacional.
La contradicción entre aumento de visitantes y disminución de recursos merece un análisis profundo. Si bien el crecimiento en afluencia —que muestra cómo ocho de cada diez visitantes en 2024 eran primerizos en los recintos—, podría interpretarse como una recuperación postpandémica donde la población busca reconectarse con espacios culturales, los datos revelan un problema estructural: de acuerdo a las encuestas realizadas, solo el 7.4% de los asistentes regresó cuatro veces o más; sumado a esto, más de la mitad (56.3%) permaneció menos de una hora en el lugar, lo que sugiere experiencias superficiales en lugar de un compromiso real con los espacios culturales. Esto evidencia la dificultad de los museos para convertir esa curiosidad ocasional en hábito cultural permanente. Este fenómeno no excenta reconocer el esfuerzo titánico de trabajadores culturales que, a pesar de las limitaciones económicas, logran atraer nuevos públicos mediante programaciones creativas, aunque sin poder garantizar su fidelización. Sin políticas públicas sólidas y presupuestos adecuados que permitan mejorar la experiencia museística más allá de la visita esporádica, este modelo de supervivencia cultural muestra claros límites en su sostenibilidad.
La distribución geográfica de las visitas a museos revela otra faceta preocupante de esta realidad cultural. Según los datos del INEGI, tres entidades federativas concentraron el 64% del total de visitantes nacionales: la Ciudad de México, con sus 26.1 millones de asistentes; Nuevo León, con 4.4 millones; y el Estado de México, con 2.4 millones. Esta marcada centralización evidencia las profundas desigualdades en el acceso a la cultura que persisten en el país. Mientras los museos de la capital y algunas zonas metropolitanas gozan de cierta visibilidad y recursos —aunque limitados—, muchas instituciones en otros estados operan en condiciones precarias, con escasa difusión y mínima capacidad para atraer visitantes.
Esta disparidad regional no es casualidad. Responde a un modelo de desarrollo cultural históricamente centralizado, donde la mayor parte de los recursos se concentran en unos cuantos polos urbanos, dejando a vastas regiones del país sin acceso equitativo a espacios museísticos de calidad. Los recortes presupuestales recientes han exacerbado este problema, ya que suelen afectar primero a los museos regionales y comunitarios, que carecen del respaldo institucional y la visibilidad de los grandes recintos metropolitanos. El resultado es un círculo vicioso: menos presupuesto lleva a menos programación, lo que reduce visitantes y justifica nuevos recortes.
El perfil de los visitantes de museos en 2024 también ofrece datos reveladores sobre los desafíos que enfrenta el sector. Según el INEGI, el 60.8% de los asistentes contaba con educación superior, mientras que solo el 26.2% tenía formación de nivel medio superior. Esta marcada diferencia sugiere que los museos siguen siendo percibidos como espacios «elitistas», lo cual limita su potencial como herramientas de democratización cultural. Más preocupante aún resulta el dato de que el 18.2% de los no asistentes alega desconocimiento de los acervos museísticos como razón principal para no visitarlos, seguido por un 16.7% que menciona «falta de cultura o educación», información que podemos interpretar como una falta de hábitos en cuanto a asistir a los museos.
Estas cifras deberían ser una llamada de atención para las instituciones culturales y las autoridades correspondientes. Indican que, a pesar del aumento general en visitantes, los museos no están logrando comunicar efectivamente su valor social ni diversificar su público. En un contexto de recortes presupuestales, donde los recursos para difusión y programas educativos son cada vez más escasos, esta brecha podría ampliarse aún más en los próximos años.
La infraestructura de los museos mexicanos presenta otro conjunto de desafíos documentados en el informe. Solo el 34.9% cuenta con instalaciones adecuadas para personas con discapacidad, y apenas el 33.1% ofrece servicio de wifi a sus visitantes. Estas carencias, que se han mantenido prácticamente sin cambios desde 2023, reflejan la falta de inversión en modernización y accesibilidad. En un mundo cada vez más digital e inclusivo, estas limitaciones pueden convertirse en barreras insalvables para muchos potenciales visitantes, especialmente jóvenes y personas con movilidad reducida.
El tema del personal museístico es particularmente revelador de la crisis que atraviesa el sector. El 35.7% de los trabajadores en estos espacios corresponde a voluntarios o prestadores de servicio social, una cifra alarmante que habla de la precarización laboral en el ámbito cultural. Esta dependencia del trabajo no remunerado o mal remunerado no solo afecta la calidad profesional de los servicios ofrecidos, sino que además perpetúa la idea de que el trabajo cultural no tiene valor lo mismo que otros oficios, una percepción profundamente arraigada que contribuye a la desvalorización social del sector.
Frente a este complejo panorama, algunos museos han desarrollado estrategias creativas para mantener su relevancia y atraer públicos diversos. El 50% de los recintos reportó ofrecer actividades artísticas y culturales complementarias, como talleres, conciertos o performances, muchas veces en colaboración con artistas independientes o colectivos locales. Estas iniciativas, aunque valiosas, suelen depender de la buena voluntad de los involucrados y rara vez cuentan con financiamiento estable, lo que limita su alcance y continuidad.
El análisis de los motivos por los que las personas no visitan museos ofrece pistas importantes para mejorar. Además del ya mencionado desconocimiento de los acervos, un 16.2% de los encuestados alegó falta de tiempo, mientras que un 10.4% mencionó falta de interés o motivación. Estos datos sugieren que los museos necesitan repensar sus horarios, formatos expositivos y estrategias de comunicación para adaptarse a los ritmos y necesidades de la vida contemporánea.
Un dato esperanzador en medio de este complejo panorama es que el 66.3% de los visitantes recibió estímulos familiares durante la infancia para asistir a museos. Esto confirma la importancia crucial de la formación de públicos desde temprana edad, un área donde los recortes presupuestales han golpeado particularmente fuerte, afectando programas escolares y visitas guiadas para niños y jóvenes.
El caso de los museos mexicanos en 2024 representa un paradigma de los desafíos que enfrenta la cultura en contextos de austeridad económica. Por un lado, demuestra la vitalidad y resistencia de estas instituciones, que a pesar de todas las dificultades siguen atrayendo a millones de visitantes. Por otro, revela los límites de un modelo que depende cada vez más del esfuerzo heroico de trabajadores culturales y de la buena voluntad de voluntarios, en lugar de contar con políticas públicas sólidas y financiamiento adecuado.
El aumento a 51.5 millones de visitantes es, sin duda, una buena noticia que debe celebrarse. Pero no puede convertirse en excusa para ignorar los problemas estructurales que amenazan el futuro de los museos mexicanos. Sin una inversión sostenida en infraestructura, programas educativos, profesionalización del sector y descentralización cultural, este crecimiento podría resultar efímero.
Los museos no son solo espacios para conservar la memoria, sino laboratorios para ensayar la colectividad e imaginar futuros posibles. El desafío para México en los próximos años será conciliar el evidente interés ciudadano por estos espacios con las políticas y presupuestos necesarios para mantenerlos vivos, accesibles y relevantes para todas las personas, sin importar su nivel educativo, ubicación geográfica, nivel socioeconómico o condición física. Solo así podrán cumplir plenamente su papel como motores de transformación social y espacios de encuentro colectivo.
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